Confabulario

Manuel Gregorio González

Esgrima estival

IBA uno a escribir de la monja Forcades, Saturno devorado por sus propios hijos, cuando hemos conocido el fruto, todavía en agraz, de la reunión entre Mariano Rajoy y Pedro Sánchez. De resultas de tal encuentro, Rajoy ha salido diciendo que ve las urnas cada vez más próximas, mientras que Pedro Sánchez sugiere al PP que busque el apoyo de las derechas. Todo lo cual, bien mirado, tiene algo de farsa estival y mucho de esgrima veraniega, pues ambos candidatos ya nos advirtieron que no habría terceras elecciones, y ahora queda por saber cómo se dramatizará el abrazo final entre el oso pontevedrés y el felino matritense.

Yendo al detalle, uno ve que el señor Sánchez sólo ha dicho que no a un gran pacto con don Mariano; pacto que los votantes del PSOE quizá no acaben de tener claro, pero que no excluye una abstención de última hora, donde se facilite la formación de un Gobierno frágil y menesteroso. Por otra parte, esa alusión del señor Sánchez a un acuerdo de las derechas (acuerdo que, dicho así, en plural, recuerda a los primeros años de la II República), es una mera alusión decorativa, cuyo sentido último es vindicar al PSOE como partido de izquierdas, mientras Rajoy figura, cual ánima del purgatorio, en la solitaria bancada de la diestra. Ambos políticos saben que, exceptuando al Partido Popular, las derechas españolas militan en la observancia cantonalista. De modo que un pacto de esa índole sería contradictorio con la unidad de España; y en cualquier caso, sería contradictorio con los propios votantes del PP, que quizá no hayan pensado en el señor Homs para ministro de Administraciones Públicas.

De ahí que uno piense que, tras esta escena de celos y reproches, a la manera trágica de Echegaray (En el puño de mi espada se titula su obra más célebre), se esconde algún tipo de acuerdo. Un acuerdo que elude la cortesía y la lírica, pero acuerdo al cabo. Recordemos que cuando Quevedo se batió en duelo con don Luis Pacheco, el espadachín más conspicuo de la Corte, el poeta se conformó con destocarle el sombrero, sin que hubiera mayor efusión de sangre. Uno tiene la impresión de que el señor Sánchez ha destocado al señor Rajoy; y que el señor Rajoy, de alguna forma, estaba de acuerdo en ello. Queda por saber si de esta esgrima palaciega saldrá otro abrazo de Vergara o el viejo duelo a garrotazos de maese Goya. Los garrotazos, en todo caso, se los darían, probablemente, al señor Rivera.

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