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CAMPS apareció, como Rajoy hace unos días, con todo su equipo detrás, para insistir en su honorabilidad y afirmar que está seguro de que la Justicia pondrá las cosas en su sitio. Pero a nadie se le escapa que el PP tiene un serio problema, la prueba es que en Madrid han dimitido, o le han pedido la dimisión, los alcaldes de Arganda y Pozuelo.
El de Arganda no deja de ser el alcalde de una localidad mediana de Madrid, pero Jesús Sepúlveda, hasta ahora alcalde de Pozuelo, es una persona relevante en el partido, muy relevante. Y hubo conmoción en la sede nacional cuando se supo que el juez Garzón le imputaba en la red de corrupción. Eso no significa que en esa sede se piense que ha podido cometer delito, repiten hasta la saciedad que los autos de Garzón no se tienen en pie, pero se les nota preocupados, "tocados".
No sólo por lo que apuntó Rajoy hace unos días, cuando preguntó qué ocurría con el prestigio y el honor de las personas que se han visto acusados en los medios de comunicación sin que finalmente se hayan encontrado pruebas de que hayan cometido delito, sino que se les ve preocupados también porque a lo mejor "algo hay" en lo que se dice sobre algunos de los personajes imputados, lo que evidentemente repercutirá en la imagen del partido. Un partido, recuerdan, que prohibió contratar nada a Correa cuando Rajoy llegó a la presidencia.
Los enredos de personas del PP, enredos que en algunos casos podrían ser algo más (delitos), han amargado la victoria de Rajoy en Galicia y el protagonismo de Basagoiti en el País Vasco, donde gracias a su apoyo habrá un cambio en la Lehendakaritza si no se tuercen las cosas, que previsiblemente no se torcerán. Lo que más preocupa a la dirección del PP es la historia de los trajes que presuntamente se dejó regalar Francisco Camps. No creen que las cosas hayan sido como apunta el auto de Garzón, basado en indicios, conversaciones grabadas sin autorización judicial, anotaciones que se pueden interpretar de distinta manera y carencia de pruebas verdaderamente contundentes, pero se les nota en la cara que les preocupa cómo afectan esas noticias.
Lanzan venablos contra Garzón, pero hurgan en el auto, leen entre líneas, subrayan y tachan, lo que indica que a pesar de que afirman que todo está cogido con los pelos, y a veces ni siquiera eso, les preocupa el panorama; no se sienten a gusto en el escenario en el que el siempre polémico juez les ha colocado, un escenario en el que presuntamente se cobraban comisiones a cambio de las empresas de Correa. Y que ésa sea la idea que se transmita a la sociedad, les revienta. Con razón. Sobre todo porque Rajoy lleva años empeñado en que la honradez se anteponga a cualquier otra consideración en el PP.
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