En esta casa están mis raíces, nací en ella y toda la vida la he pasado aquí; mira que he tenido oportunidades de irme de aquí en mis 46 años como maestra, pero conforme se han ido quedando las casas vacías se las he ido alquilando al dueño porque…es que aquí están mis raíces", insistía Elisa Pérez Laguna mientras atravesaba un largo pasillo en cuyas paredes colgaban decenas y decenas de macetas y que es la primera y muy singular dependencia que espera a quien pasa la puerta de entrada del número 21 de la calle Pozanco. Toda una impresionante cascada de macetas que hace al patio singular y distinto al resto de patios cordobeses, singularidad que han captado en bellas estampas infinidad de fotografías desde hace décadas. "Aquí había una salida de carruajes y esas habitaciones eran las cocheras", indicaba sobre esa zona de un edificio que un día fue conocido como la Casa de la Sal y que formó parte de un convento desamortizado en 1835 antes de convertirse en una casa de vecinos en la que las viviendas se fueron ordenando en torno a ese largo pasillo.

"Aparte de llenar el patio de macetas, las he subido a las paredes; recuerdo que mi padre decía que las paredes estaban más bonitas blanqueadas y sin nada, y siempre que lo comentaba, mi madre le contestaba que cómo se notaba que se había criado en un cuartel", contaba Elisa, quien destacaba que en los rincones de la casa no han faltado nunca pilistras y clivias. Con la inestimable y necesaria ayuda de su sobrino Carlos de la que ella siempre hablaba, Elisa presentaba el recinto al concurso municipal de patios desde 1993. "Justo diez años después de morir mi madre, ya que ella no quería presentarlo, aunque la animaban para ello. Reconozco que me costó algo dar ese paso; a quien me recomendaba que lo presentara, justificando la recomendación en que era precioso, yo le decía que qué iba a hacer si se me metía un borracho en el patio", contaba entre risas. Desde que se animara a concursar, en 1993, el patio ha cosechado cinco accésits -en 1993, 1995, 2008, 2009 y 2012- y dos menciones especiales -en 2005 y 2010-. Puntualizaba, eso sí, que quien le dedicaba más tiempo al cuidado del recinto "fue primero mi madre y después la madre de mi sobrino, ya que mi trabajo de profesora me dejaba poco tiempo para ello; no obstante, a la hora de limpiar me remangaba como las demás, me subía a la escalera y blanqueaba a dos manos todos los sábados y domingos de marzo y abril".

Este año, cuando las puertas de los patios se abran para vivir el que será el 100 aniversario de la Fiesta no se podrá visitar Pozanco, 21. Ella se marchó en agosto de 2019, año en el que pese a que, "ya estaba malita", como bien afirmaba, no faltó a la cita. Elisa fue una de las voces más comprometidas en torno a la vida en este tipo de casas y a una Fiesta que desde 2012 es patrimonio inmaterial de la humanidad. Nunca se te olvidará, Elisa.

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