Mensaje en la botella

Efectos colaterales

Los transportistas tienen de su lado -de momento- a la opinión pública y seguirán presionando

La guerra tiene sus consecuencias y la que ha estallado en Ucrania no es una excepción. Aunque en esta piel de toro ya veníamos arrastrando serios problemas económicos por el aumento de la inflación y la subida de la energía antes de que Putin invadiera a su país vecino, la realidad es que el conflicto no ha hecho más que tensionar aún más a la sociedad, con unas consecuencias que están por ver si nadie lo remedia. El panorama es desolador porque los transportistas han decidido parar, los agricultores toman hoy Madrid para exigir soluciones, la flota pesquera andaluza aparca sus barcos a partir de mañana e incluso los sindicatos han convocado una movilización el miércoles contra la escalada de precios. Todo ello sin tener en cuenta que nos estamos encontrando ya con serios problemas de abastecimiento en muchos sectores y que hay empresas que han paralizado su actividad.

Y lo más preocupante es que todo este maremágnum ha pillado al Gobierno con el pie cambiado, distraído o tratando de apaciguar las aguas con sus socios de lo que queda de Podemos. Cada cual que elija. Lo cierto es que el anuncio de un plan de actuación para finales de este mes -para el 29, según Pedro Sánchez- una vez que hable con sus socios europeos llega tarde. La ciudadanía quiere decisiones inmediatas, porque el día a día de las principales actividades productivas de este país no aguantan más.

La movilización más llamativa, sin duda, ha sido la de la huelga del transporte -o cierre patronal, como dicen algunos-, la misma que el propio Ejecutivo ha minusvalorado desde el primer momento y que ha ido creciendo a medida que van pasando las jornadas. Si a ello se suman las acusaciones de algunos ministros respecto a que se trata de grupos violentos ligados a la ultraderecha -de todo hay-, pues encontrar una solución resulta muy complicado. Los camioneros tienen además -de momento- el respaldo de la opinión pública y van a mantener la presión mientras les sea posible.

Del campo está casi todo dicho respecto a cuál es su realidad a día de hoy y la convocatoria de los sindicatos mayoritarios para protestar ante el deterioro de las condiciones de vida de los trabajadores era ya necesaria para diluir, en la medida de lo posible, su imagen de palmeros de Sánchez -es lo que hay- de cara a la sociedad.

Los problemas se le acumulan al Gobierno y la sensación es que cuando lleguen las soluciones, si es que llegan, será tarde o se entenderán como una cesión ante la presión social. Y lo peor no es que tengamos un PSOE ineficaz al mando, sino que la alternativa (el PP) todavía está en reconstrucción por mucho que Feijóo ya ejerza como líder. Además, la guerra sigue cobrándose víctima, el drama de los refugiados nos conmueve cada vez más y ser optimista de cara al futuro es muy complicado. Demasiados efectos colaterales. Y los que quedan por venir.

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