Reloj de sol

Joaquín Pérez-Azaústre

Ecos del 11-S

SIETE años después del 11-S, y andando en la contienda electoral, Obama y McCain han declarado una tregua en este aniversario. En este aniversario, en este nuevo 11 de siete años después, el candidato demócrata y el republicano a la Casa Blanca han optado quizá por diluirse, por recluirse en su naturaleza final de ciudadanos que andan en el dolor de este recuerdo, y han dejado su pulso escrupuloso, con o sin pintalabios y cerdos de por medio, para el día siguiente al duelo por esos tres mil muertos. Los tres mil muertos del 11 de septiembre, sus espectros veloces, sus nombres y también sus apellidos, referidos como una letanía sobre la zona cero, han sido testigos silenciosos, abstractos y eficaces, de un pacto entre caballeros que en el fondo esconde una humanidad, pero también la conciencia de estar en una democracia con galones.

Los Estados Unidos de América constituyen un país, una gran nación en su extensión y en su proyección planetaria, igualmente gigante en sus desvaríos y atropellos. Estados Unidos es un país en el que se atropella mucho, en el que un antiguo luchador por los derechos civiles como el actor Charlton Heston, que encabezó manifestaciones por la igualdad de los negros en los tormentosos años sesenta, y también en los setenta, puede ser caricaturizado por su cariño atávico a los rifles, pasando por encima del Instituto Columbine del mismo modo que el director Michael Moore pasara por encima de Heston colándose en su casa. Estados Unidos es el país de Vietnam, el país del presidente que siguió contando un cuento en un colegio cuando sus colaboradores le dijeron al oído que el World Trade Center había sido atacado, para esconderse después durante días y dejar el mando de la moral ciudadana en el alcalde Giuliani, pero Estados Unidos también es el país que ofreció su generosa juventud para librar Europa de los nazis, el país en que los periodistas Woodward y Bernstein pudieron descubrir el Watergate y forzar la dimisión del presidente Nixon.

Que el país más poderoso del mundo no gestionara bien el 11-S, que se lanzara a la cruzada contra Iraq, al expolio petrolífero, después de haber patinado, como patina aún, por ese erial de cumbres escarpadas que es Afganistán, nada puede oponer al hecho irrebatible de que un día como el de ayer, y su carga simbólica, en ningún momento fue objeto de la pugna partidista por acuerdo expreso de los dos equipos electorales. Todo esto tiene un gran valor, porque se critica mucho a EEUU pero aquí, sin ir más lejos, se ha estado minando la concordia con conspiraciones volanderas, ácidos bóricos, matracas radiofónicas y acusaciones turbias y veladas que finalmente, jueces mediante, han sido desmentidas. En Estados Unidos, en cambio, se ha guardado silencio y se ha honrado a los muertos.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios