La ciudad y los días

Carlos Colón

Echar a perder la vida de los demás

ESTOY seguro que se van a oponer a que las mujeres decidan libremente sobre su maternidad", dijo José Blanco el pasado sábado a propósito de la ampliación de la ley del aborto y refiriéndose al Partido Popular. No sé si el PP apoyará o no la nueva regulación que permitiría abortar libremente, sin necesidad de alegar ninguna causa; pero si sé que no la apoyaremos muchos ciudadanos que no somos votantes del PP ni antiabortistas radicales de esos que en Estados Unidos ponen bombas en las clínicas; y que admitimos el aborto en los tres supuestos actualmente contemplados (pese al coladero de las causas psíquicas).

Para decidir libremente sobre la maternidad se cuenta con muchas medidas contraceptivas que, en países más educados que el nuestro, ha reducido el número de abortos pese a contar con legislaciones más permisivas. En España, por el contrario, se está incurriendo en la barbaridad de utilizar el aborto como método anticonceptivo. El uso de la píldora abortiva se ha cuadruplicado desde el año 2000, con una alta incidencia entre adolescentes, y el número de abortos ha crecido hasta rebasar los 100.000 anuales. Considerar, como han hecho los socialistas andaluces, que el aborto se inscribe en el marco del "derecho de las mujeres a decidir sobre su maternidad" es un disparate. La decisión sobre la maternidad se toma antes, en el momento del coito, y tiene que ver con el uso de los anticonceptivos.

La presentación del aborto como un avance progresista en el reconocimiento de los derechos de la mujer se ha quedado anticuada en los países desarrollados. En ellos se puede considerar el aborto (con la excepción de los tres supuestos actualmente admitidos) como una consecuencia de la irresponsabilidad (no usar métodos anticonceptivos suficientemente divulgados y asequibles -España tiene uno de los índices más altos de Europa de embarazos no deseados-, ni querer asumir la consecuencia de los actos); como una inducción consumista (familias o personas sin problemas económicos que no desean ver menguadas sus posibilidades de consumo de lo superfluo); o como una inducción a la vez mercantilista, egoísta y falsamente hedonista (promoción profesional, independencia personal, etc.) ligada a esa idea de realización que León Bloy clavó en su Exégesis de los lugares comunes: "VIVIR SU VIDA: Esto consiste en echar a perder la vida de los demás". En el caso del aborto libre este "echar a perder la vida de los demás" es trágicamente literal. Me da miedo una sociedad opulenta, no justificada por la pobreza, en la que ni el seno materno es un amoroso y seguro refugio.

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