Los domingos saben a nostalgia. Los domingos también son oportunidad. Cierran semana y son preludio de comienzo, veinticuatro horas de opciones para montar un reinicio inminente, hacer planes y propósitos, corregir errores de ciclos anteriores y mejorar en la nueva fase que estamos a punto de estrenar.

El de hoy, Domingo de Resurrección, fiesta central del cristianismo, es el domingo más importante para muchos, la jornada en la que tantos rememorarán la resurrección de Jesucristo al tercer día después de haber sido crucificado. Otros, prescindirán de la connotación católica de la jornada, pero para todos será un cierre y a la vez, la antesala de la bienvenida con dedos cruzados -y esperemos que con mascarilla bien ajustada- al nuevo trimestre.

Las tardes de domingo tienen un sabor y una luz diferente, el sonido de una liga de la que ahora andamos desconectados pero una quiniela a la que nos afanamos. Tiene aura de baño largo, de puesta a punto de uñas, hidratación profunda y desenredo de pelo, de repaso a uniformes, maletines y mochilas. Debería tener maletas por deshacer, lavadoras por poner, llamadas para confirmar vueltas. En el de hoy, faltan elementos domingueros, pero cuenta con datos y parámetros que le dan la esencia, hoy es el fin de las torrijas, pero es también el inicio de muchos helados que están por llegar.

Despedimos días de descanso, de paseos y aglomeraciones, días de una espectacular primavera. De flores florecidas y campo verde, de olores que revelan temporada; días también de nostalgias y lamentos por medidas limitadoras que nos han impedido darle la ansiada vueltecita al apartamento playero sin haber podido descorchar el protector solar.

Pero por encima de quejidos más o menos frívolos, la dura experiencia que venimos sufriendo y compartiendo por la pandemia, nos lleva a vivir el día como una nueva oportunidad de resurgir. Con preocupaciones del todo fundadas, por próximas olas, nuevas cepas y los ritmos de vacunas y vacunaciones. Expectantes y en vilo entre la preocupación y la esperanza por lo que tendremos por delante.

Para los malos estudiantes y los políticos, tras estos días de introspección y reflexión, puede abrirse una nueva etapa, una nueva era, otra oportunidad para resarcir dejadez y falta de interés. Un trimestre por delante para recuperar, optimizar estudio y gestión, para presentar trabajos y presupuestos pendientes.

Habrá urnas y exámenes, campañas y pugnas, habrá ilusión y desconfianza. Habrá que seguir. Por delante, un mayo sin fiestas, elecciones que nos sacarán más de un sonrojo, planes inciertos para un verano cercano. Intentemos reactivar la ilusión, hay mucho por delante.

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