LAS guerras de religión fueron siempre guerras auténticas y de enorme crueldad, sin prisioneros ni restricciones humanitarias con los vencidos. En nombre de los distintos nombres de Dios se cometieron crímenes espantosos, y aún se cometen hoy día con los mismos pretextos. Pero vamos progresando. En Barcelona y Madrid, y pronto en otras plazas, han estallado batallas religiosas completamente incruentas. No de una religión contra otra, sino de una antirreligión contra todas las religiones, alguna de las cuales ha reaccionado. Hay, pues, combate.

Es una guerra sin armas ni contabilidad de bajas. Por no haber, no hay ni trincheras. Ha sido sustituidas por autobuses. Es ahí, en la parte trasera de los autobuses urbanos, donde ateos organizados han contratado una publicidad que de subliminal no tiene nada. Más directa no puede ser: "Probablemente Dios no existe. Deja de preocuparte y disfruta la vida". Una iglesia evangélica de Fuenlabrada ha contraatacado con su propio lema escrito en otros autobuses: "Dios sí existe. Disfruta de la vida en Cristo". Otras confesiones más poderosas no se quedarán a la zaga. ¿O van a permitir que unos evangélicos de Fuenlabrada tengan el monopolio de la defensa de Dios?

Veo más firmes y rotundos a los creyentes que a los ateos (debe ser cosa de la esperanza en una vida eterna, que da mucho sosiego). Son categóricos al afirmar que Dios existe, mientras que los ateístas -no son sólo ateos, sino activistas del ateísmo- califican la inexistencia de Dios como una mera probabilidad. "Probablemente Dios no existe", como eslogan, deja mucho que desear. Como si les faltara convicción. Luego invitan a que no nos preocupemos y disfrutemos de la vida. Esta invitación está lejos de la apología de la maldad que se hacía en Los hermanos Karamazov ("Si Dios no existe, todo está permitido"). Más bien parece un llamamiento de raíz epicúrea a no comerse el tarro con hipotéticas vidas futuras habiendo tanto que vivir en la vida presente.

Tal vez lo que pasa es que los creyentes llevan una eternidad proclamando lo suyo mientras que los descreídos son relativamente nuevos en materia de militancia y proselitismo. Además, corren el peligro de crear una religión de la antirreligión, una iglesia organizada, con dogmas, cultos, rituales y líderes-sacerdotes. Y si el ateísmo se convierte en una religión, está perdido. Por lo demás, que Dios reparta suerte. Sospecho que barrerá para casa y beneficiará a los suyos, aunque no dejo de recordar el irónico apotegma de Tierno Galván: "Dios no abandona nunca a un buen ateo". Quién sabe.

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