Como es de dominio público, quienes disponemos del privilegio de contar con un cobijo en las entrañas de las inigualables tierras de la comunidad autónoma andaluza hemos tenido ocasión de ser testigos de un acontecimiento sin precedente. El cambio de un gobierno de izquierdas, presidido por la socialista Susana Díaz durante cerca de cuatro décadas, por otro, presidido por Juan Manuel Moreno Bonilla, presidente del Partido Popular andaluz en la actualidad.

Del curso de tan singular acontecimiento, hemos podido recibir puntual información que incluía la intervención completa de cada unos de los representantes de las formaciones políticas protagonistas del susodicho evento.

Las dichas "intervenciones" -y postulados de todos ellos- contienen un interminable rosario de medidas o promesas muy… loables a nuestro juicio. De cumplirse los… idílicos pronósticos, ello supondría, a buen seguro, certificar la defunción de los numerosos problemas con los que a diario topamos.

Pero, a juicio de Las Tendillas, los destinatarios de los discursos de los políticos -la ciudadanía- no parece exenta de cierta dosis de desconfianza y, en consecuencia las "promesas" suscitan, con frecuencia, críticas en las que se mide a nuestros políticos por el mismo rasero. "Todos son iguales". Se dice con cierta frecuencia.

Obviamente, Las Tendillas no comparte el criterio: Las "intervenciones" y "promesas" de nuestros políticos no pueden -ni deben- tener la misma consideración. Sencillamente, porque "no todos (los político) son iguales".

No dudamos que todos prometen el oro y el moro. Ejemplos no nos faltan: se acabarán las listas de espera en sanidad, ya no tendremos más dependientes sin una residencia que atienda sus necesidades básicas, etcétera.

Pero de esta identidad en el discurso no podemos inferir que los políticos sean… "todos iguales". Por razones diversas. En todo caso, el horizonte político actual registra la existencia de "políticos" de muy diverso calado. Por una parte, los que durante décadas han prometido el oro y el moro, pero tienen acreditado el incumplimiento (total o parcial) de sus promesas. Por otra, los que ni siquiera han tenido responsabilidades de gobierno y, por ello, resultaría de imposibilidad metafísica el poder atribuirles incumplimiento alguno. Las diferencias entre unos y otros parecen palpables. En consecuencia podemos concluir que, en efecto, nuestros políticos no "son todos iguales".

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