Un día en la vida

Manuel Barea

mbarea@diariodesevilla.es

Dinero que vuela

A muchos billetes les construyen alas y les instalan turborreactores para que aterricen donde siempre

Los billetes, a muchos billetes, les construyen de repente alas y les instalan turborreactores para que aterricen, eso sí, en los mismos aeródromos de siempre. Entonces se habla de la naturaleza volátil del dinero. Pero no es cierto, hay avezados controladores que dirigen perfectamente el desvío y consiguen que se posen donde ellos deciden que deben hacerlo: no hay accidentes, y la panoja llega sana y salva y fresca a su destino. Y así se monta este y aquel paraíso. En otros aeropuertos, probablemente mucho más necesitados de la carga que transportan esos vuelos, se quedan mirando al cielo, con la cara a cuadros, como bobos. No llega nada, no se otea nada. Más nubarrones. Se multiplican las cancelaciones y hasta se echa el cierre. Mientras tanto, la megafonía informa con su salmodia sobre rigor presupuestario, control del gasto, recortes, contención, congelación salarial, contratación en precario, austeridad, no importa que sea en sanidad, educación, servicios sociales… Después de tanta relajación, complacencia y permisividad (¿con quiénes? Con los de siempre) se imponen las apreturas y las restricciones (¿con quiénes? Con los de siempre). El borrascón no cambia de latitud, el frente por el que entra sacude un territorio ya de por sí desolado, arrecia donde viene arreciando siempre ya no se sabe desde cuándo, la tormenta Tiesura golpea dos y tres y las veces que sea en Mojamalandia mientras por su cielo los billetes con alas y turborreactores pasan de largo zumbando, salvando las turbulencias, puede que incluso rompiendo la barrera del sonido. Porque a veces se oye el trallazo. ¿A dónde van? Quedan fuera del radar.

En ocasiones llegan algunas noticias. 67.725. Este número son millones. Léalo otra vez. Sí, 67.725 millones. De euros, no de pistachos. Es la factura del rescate bancario al que el Estado tuvo que hacer frente en 2009, cuando estalló la crisis. Lo dice el Banco de España, no una chirigota. Y otro número: 680. También son millones. Léalo otra vez. Sí, 680 millones. De euros, no de avellanas. Es el dinero defraudado y malversado en el tejemaneje de los ERE, según consta en la sentencia que se conoció el martes pasado, no en el Qué me dices.

Qué benefactora ha sido la crisis con algunos. Como escribió Luc Sante en Mi ciudad perdida, de su libro Mata a tus ídolos: "La economía va mal, pero el dinero no muestra señales de perder su magnetismo". Es hipnótico.

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