Dinámicas

Sin darte cuenta, tus viernes discurren en polígonos industriales celebrando cumples en parques de bolas

Recuerdan aquello de, y si tus amigas se tiran por un puente, tú te tiras detrás? Pues la vida nos lleva a tirarnos ¡Vaya que si nos lleva! O esa sensación tengo últimamente. Nos educan, o lo intentan, para ser críticos, para convertirnos en adultos con criterio, tener opinión y capacidad de análisis y así lo reproducimos al educar pero, de repente, algo se te va de las manos y te encuentras tirándote por el puente. Lo más sorprendente es que acabas haciéndolo con los miembros -sobre todo miembras- de los grupos de whatsapp que no has elegido.

De pronto, y sin darte cuenta, tus viernes discurren en polígonos industriales celebrando cumpleaños en parques de bolas, pagando meriendas a siete euros por niño, poniendo los cinco para el impersonal regalo y participando de manera borreguil en los grupos de whatsapp que no has elegido. Estamos en temporada alta -fin de curso con todo lo que ello conlleva- y la actividad en esos grupos alcanza su cota de máxima intensidad. Es cierto que hay que dar cumplimiento al nuevo registro de la jornada laboral, llegar a objetivos, tener los uniformes planchados, pero no lo es menos que, sea como sea, hay que sacar la hora y media al día que requiere poder ver todas las capturas de imagen de las páginas de internet con las mil opciones para el regalo del profe. Te pronuncias y con tu OK ya van 22. Quedan algunos okeis, qué estarán haciendo esas madres que aún no han dicho nada. Te esfuerzas, tú te esfuerzas por no caer, pero caes.

Mientras, le sigues diciendo a tus hijas que hay que pensar las cosas antes de hacerlas, que porque los demás hagan algo ellas no tienen que seguirlas sin más, que hay que valorar, tener opinión, ser valiente y darla pero, simultáneamente constatas, cada vez que suena el móvil, que vivimos en sociedad, que es agotador ser íntegro, coherente y creativo siempre, que no lo estás haciendo bien, que has entrado en esa dinámica y que la inercia te arrastró. Y, al final, le das a la madre delegada el dinero para la taza con la foto de la clase. Y te sientes un fiasco pero fiasco estándar, que tiene una enorme dosis de autocomplacencia.

Puede que, si el resto de miembras de mis grupos de whatsapp no elegidos me leen, me echen del grupo, o a lo mejor se salen conmigo del mismo. Siempre podré comprarle un libro a la seño, compensar mi mala conciencia o, definitivamente, tirarme por el puente de algún polígono uno de estos viernes.

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