la vida vista

Félix Ruiz Cardador

Diciembre

Tras la cadena de días festivos, comienza a acercarse a las fiestas navideñas con la premura de lo inevitable. Llega, entre el Belén casero y la salmodia eterna de los anuncios de juguetes en la televisión, la hora de mirar los escaparates, aunque volvamos a hacerlo con ese espíritu ahorrador y comedido propio de estos tiempos de estrecheces. El comercio, especialmente el tradicional, aunque no sólo, asiste mientras tanto a los últimos días del año sin esperanza y sin convencimiento, que diría el poeta. La larga crisis y el debilitamiento de la cartera de los empleados públicos, los únicos que medio ser atrevían a quemar tarjeta con cierta alegría, anuncian la peor Navidad económica en lustros, a la que da por hecho que seguirá la correspondiente sangría de cierres y despidos, la columna de desgracias. El comercio cordobés ya reclamó en su día sensibilidad a la gente para que les eche una mano con sus compras, aunque mucho me temo que esos mensajes sentimentales calan poco y no impedirán que los centros comerciales se lleven su buena parte del pastel cuando llegue el 8 de enero. La economía, aunque sea a niveles micro, no funciona así. No es cosa de sentimientos sino de pura praxis. De oferta y demanda, y publicidad, claro, publicidad. La Navidad, en fin, se aproxima y sus luces, al menos las más artificiales, aquéllas que brillan al son del sonido de las cajas registradoras, palidecen.

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