Sábado: jornada de reflexión. Ese día raro, justo antes de las elecciones, en que se prohíbe pedir el voto. Obsoleto, bastante inútil. Como ventaja, el bombardeo baja; no se anula. De todas formas, en tu caso, ya está todo decidido. Dos patas de pavo al horno para almorzar y fajitas mejicanas para cenar. 23:49: A la cama, sin contemplaciones. Ya te has perdido más de media hora de la peli que han puesto. ¿Para qué prolongar la agonía, total, si es cambiar de posición? De dormido en el sillón a dormido en el colchón. Sin radio. Valiente.

Domingo, 02.00, aprox: te despiertas sobresaltado. No recuerdas bien, pero has soñado con las elecciones. Una circunstancia rara, un grupete de exaltados pidiéndote cuentas por tu voto. Demasiado enmarañado. Refunfuñando, agua, y segunda parte. Domingo, el mismo, a las 4 y a las 6: esto no puede ser. Otra vez, dos veces. Despierto de repente. Pesadilla. No es una aventura, es ya una relación. En esta ocasión, los exaltados, ya bien organizados, primero intentan convencerte a pie de urna para que 1) les votes, o 2) alternativamente, no votes. Educadamente, les mandas al carajo. Más agua, paseo corto en el salón y vuelta para dormir, a ver si sí. No hay manera: a las 6 de la mañana, de traca. Enorme discusión en tu despacho con el líder, en el sueño se concretó la pesadilla, con su barba perfilada y su pecho florido para fuera, que te reprocha no haberle votado. Inaguantable. Despiertas a tu mujer para decirle que cómo es posible haberte despertado cuatro veces soñando con lo mismo. Atónita, tu mujer te lo agradece infinito. No sé si susto, pero inquietud tienes.

En planta desde las seis. Haces tiempo y duermes a ratos en el sillón hasta la ocho. Desayuno. Afeitado. Ducha. 10:36: entras al colegio, que es centro cívico, para votar. Vais tres: ella, tú y él, que hoy se estrena como ciudadano elector. La fiesta, en verdad, no te la procura la democracia, topicazo manido de las jornadas electorales; la fiesta te la proporciona el chaval, al que miras con orgullo, dos personas más atrás, en la fila de vuestra mesa. 10: 48. Has votado y sales. Unas chucherías para luego. Escribes un rato. Tranquilidad. Sobre las 13.30 empiezas con el arroz. Ibas a hacer pan también, pero al final no. Pasadas las dos, primeros datos de participación: alta. Terminas el arroz, con costillas, sin pretensiones: triunfas como los Chichos en Badajoz. Siesta. Algo de lectura.

Datos de las seis: muy alta. Algunos mensajes sugieren que no será para tanto. Sin israelitas, sondeos que dan ganador claro a Sánchez y rotundo perdedor a Casado. El escrutinio lo confirma. En cierta manera, respiras más tranquilo porque, aunque querías un cambio de gobierno, no se ha producido el temidísimo cambio de marco. Desplazarse del centro es un error inmenso aún, por fortuna. A ver qué, ganada sin duda la legitimidad, a pesar de todos nosotros y, si pudiera ser, en nuestro favor.

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