Detener al amenazador

Mientras persista la causa, la consecuencia seguirá ahí, lacerando, torturando. Asesinando

He salido a la ventana esta mañana. Me he asomado mientras tomaba un café y he visto cómo el año se nos iba y cómo, por el cielo del amanecer, el viento se llevaba a las palabras, haciendo de ellas una bandada de pájaros sin sentido. Esas palabras son las muchas que se pronuncian siempre que ocurre el asesinato de una mujer a manos de un hombre. Decenas de víctimas nuevamente en 2022, con el peor diciembre que se recuerda en este sentido. Hace décadas, hasta que se comenzó a sacar el tema de los oscuros armarios en que se hallaba oculto, podríamos creer que una solución, en efecto, residiría en la palabra, en hablar, en decirlo. Pero a estas alturas, con tanto tiempo gastado, tantas leyes creadas, tanto presupuesto, tanto esfuerzo, se antoja complicado no mirar hacia los gobernantes y preguntar: ¿qué se está haciendo de verdad que sea eficaz? Dice Irene Montero, en un simple tuit, que hace falta "redoblar esfuerzos desde el conjunto de la sociedad para evitar más asesinatos". Y no. No es posible devolver el peso del problema a la sociedad como conjunto, que ya no puede hacer más de lo que hace. Lo que resulta necesario es que ella y su Gobierno lo hagan. ¿Por qué no se va a la raíz del problema? Mientras persista la causa, la consecuencia seguirá ahí, lacerando, torturando. Asesinando. Y a estas alturas, insisto en el tiempo pasado ya desde que la violencia contra la mujer se admitió por fin como problema principal, ¿quién de ellos, de los que mandan, puede explicarnos por qué no se retiene a quienes amenazan? La amenaza debe pasar a ser delito; motivo de detención a los que después asesinan. Prevenir. Así, sobre el horizonte que veo desde mi ventana, siguen las bandadas de palabras. Entre ellas, las que emplea el Gobierno cuando la actualidad lo obliga a hablar. Pero lo que escuchamos son, una vez más, palabras vacías. Se estructura un discurso en apariencia correcto, intachable, que no ofrece peros. Sin embargo, ¿y la acción? ¿En qué momento se pasa de las palabras a los hechos? ¿De qué forma se garantiza la seguridad de esas mujeres que, ya amenazadas, se desesperan sabiendo de la cercanía, de la inminencia de su verdugo? Mientras tanto, seguimos sumando cuentas a este doloroso rosario de asesinadas. Porque los asesinatos no se evitan pintando de morado el mobiliario urbano. Ni colocando cartelería en las paradas del autobús. Ni haciendo declaraciones altisonantes. Ni elevando la factura de campañas propagandísticas. Ni fomentando el odio entre distintos sexos. A la causa. Ahí es.

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