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Tribuna de opinión
Me parece llamativo que, siendo la familia la institución más valorada por todos, sea la mayor atacada por muchos. Sería lógico que los políticos, que siempre buscan votos, apostaran por defender, cuidar y promover aquello que la mayoría de sus potenciales votantes quieren. Pienso que esto tendría su atractivo, sería una buena publicidad. Pero no es así. ¿Por qué? ¿Qué hay detrás del persistente empeño en destruir la familia?
Ningún partido, que yo sepa, tiene en su programa la destrucción familiar. Tampoco lo hacen de modo directo la publicidad comercial ni los medios, pero sí está en el fondo, en el campo de las ideas. Escribe Sygmunt Bauman: “Nos hallamos en una situación en la que, de modo constante, se nos incentiva y predispone a actuar de manera egocéntrica y materialista”. Constantemente se cuestionan los fundamentos de la vida familiar: la fidelidad, el compromiso y el sacrificio.
Hay un bombardeo constante en contra de los valores que propician la familia. ¿Para qué querría yo formar una familia si las personas a mi alrededor y su situación me dan muestras de lo contrario? ¿Te has enterado del divorcio de fulano? ¿Convendrá tener hijos? ¿Para qué compartir todo con una persona si me puedo servir de ella y consumirla sin comprometerme? ¿No es más fácil tener una mascota que un hijo?, ¿no da menos problemas? Eso de casarse suena a antiguo, dicen muchos.
Leí hace tiempo que las leyes del consumo promueven el individualismo y el egoísmo porque así se consume más. Viajar, mimar el bodi, estar a la última, cuidarse, buscar la satisfacción personal, ir de compras es más gastoso frente a ahorrar para bienestar familiar, para dar un futuro a los hijos… Es la economía quien gana con el ataque a la familia, las personas cambian el sacrificio por el placer y el ahorro por el gasto.
Pero yo pienso que hay otro factor más profundo: el odio a Dios. “La gloria de Dios es que el hombre viva” decía san Ireneo; luego lo que más le fastidia a Dios es la muerte del hombre, su destrucción, su dolor. El mal, el demonio que lo personifica y todos sus adoradores buscan hacer daño a Dios atacando a lo que más quiere: sus hijos.
Toda la labor de zapa, deconstruir, lo llaman, no busca el progreso. No está a favor de la humanidad, del bienestar de los hombres y mujeres. “Cuanto peor, mejor”. Esta expresión se suele adjudicar a Chernyshevsky, un escritor y revolucionario ruso que inspiró, entre otros, a Lenin. Su idea era poco pacífica: cuanto más duras fueran las condiciones de vida de los más desfavorecidos de la sociedad, más propensos estarán a iniciar la revolución. Antes que los hombres, estaban las ideas; por encima del bien común, el bien de algunos.
Hoy se celebra una fiesta bastante desconocida: la Santísima Trinidad. Cada celebración litúrgica abarca un aspecto de nuestra fe, lo contempla y celebra; nos muestra una faceta del misterio de Dios. Hoy, la Iglesia al afirmar que Dios es Uno y a la vez Trino: Padre, Hijo y Espíritu Santo, nos muestra la intimidad divina: Dios es amor. Es familia. Nos dice que no es bueno estar solo, que el prototipo de la creación, de todo el Universo y de todas las criaturas es la comunión, la familia, la mutua ayuda. El amor.
Lo explicaba Benedicto XVI: “Lo podemos intuir, en cierto modo, observando tanto el macro-universo -nuestra tierra, los planetas, las estrellas, las galaxias-,como el micro-universo -las células, los átomos, las partículas elementales-. En todo lo que existe está grabado, en cierto sentido, el "nombre" de la Santísima Trinidad, porque todo el ser, hasta sus últimas partículas, es ser en relación, y así se trasluce el Dios-relación, se trasluce en última instancia el Amor creador. Todo proviene del amor, tiende al amor y se mueve impulsado por el amor, naturalmente con grados diversos de conciencia y libertad”.
Para que el hombre viva, para que haya futuro, para realizarnos y ser felices, para cuidar la tierra y el universo hay que huir del egoísmo, del individualismo, de la falta de compromiso. Hay que apostar por la familia fundamentada en el amor verdadero y duradero.
“La Trinidad es el modelo de toda comunidad humana, desde la más sencilla y elemental, que es la familia, a la Iglesia universal. Muestra cómo el amor crea la unidad en la diversidad: unidad de intenciones, de pensamiento, de voluntad; diversidad de sujetos, de características y, en el ámbito humano, de sexo. Y vemos precisamente qué puede aprender una familia del modelo trinitario” dice el predicador del Papa, Cantalamessa.
“En resumen – concluye el Papa Francisco– la Trinidad nos enseña que no se puede estar nunca sin el otro. No somos islas, estamos en el mundo para vivir a imagen de Dios: abiertos, necesitados de los demás y necesitados de ayudar a los demás”.
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