Tinta y borrones

Desolación

Mientras la mayoría de los españoles sentíamos tristeza, los políticos preparaban su discurso electoral

Resulta inevitable resistir a la tentación de hablar -escribir- sobre Cataluña, aunque ya haya poco nuevo que decir, aunque no salgan las palabras. Desolación, tristeza, son algunos de los nombres que más se han repetido desde el pasado domingo en el que asistimos impotentes a uno de los peores días de la historia reciente de España. Y lo peor es que una tiene la sensación de que esto sólo acaba de empezar y tiene difícil solución a juzgar por las posturas que han seguido teniendo los políticos -unos y otros- después del 1 de octubre. Dicen los entendidos en este asunto -de los que tanto han proliferado en estas últimas semanas- que el problema catalán se arrastra desde hace años, que el nacionalismo siempre ha sido moneda de cambio para todos los partidos y que a este callejón ¿sin salida? se ha llegado por el inmovilismo del PP de Rajoy. Será así, pero lo cierto es que estos días hemos visto lo peor de la política y de los políticos, pues mientras la mayoría de los españoles sentíamos tristeza por lo que estaba pasando ellos preparaban el discurso para lograr el mayor rédito electoral.

Creo realmente que, si no se podía evitar que la gente votara, si sólo se iban a cerrar unos cuantos colegios, si al final íbamos a tener que oír los datos de participación y resultados del referéndum, no era necesario ninguna carga policial. Pero creo igualmente que es muy hipócrita utilizar estas imágenes para cambiar el discurso y obviar que los cuerpos de seguridad hacían su trabajo. Y eso no es justificar la violencia. Lo peor es que el debate se ha trasladado a la actuación policial dejando a un lado que lo que estaba pasando en Cataluña era el inicio -sino la consumación- de la ruptura del país. Ya nada de lo que ha pasado se puede cambiar. Las imágenes son las que son y los sentimientos también. Altura política es lo que se demanda, pero poco se ha demostrado todavía porque al final todos están pensando en los votos.

Confieso que nunca pensé que viviría algo así. Reconozco que no entiendo las razones que pueden llevar a millones de personas a pensar que su vida iría mejor fuera de España y de Europa. Y no lo entiendo porque imagino que los problemas de las familias que no llegan a fin de mes, de los que buscan un empleo, de los que están terminando sus estudios, de los que esperan su jubilación seguirán estando ahí fuera o dentro del país. Podrían explicar entonces, qué es lo que realmente quieren.

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