Mensaje en la botella

Desiguales

Ser iguales no es solo una cuota equilibrada en un consejo de administración

Son muchas las caras de la desigualdad, por desgracia. Entre barrios, ciudades, capitales, provincias, comunidades autónomas... y así podríamos seguir hasta completar el mapa del mundo. Habrá quien defienda que eso tiene que ver con la pericia de unos y otros para buscarse la vida, mientras que en el lado contrario hay quien aboga por un modelo en el que todos debemos ser casi clones. Yo digo que ni una cosa, ni la otra (que diría el gallego), sino que en el término medio está la virtud, siempre que la justicia social prevalezca.

Viene a cuento esta reflexión tras publicar este periódico hace unos días el informe Los salarios de Andalucía, elaborado por el Instituto Andaluz de Estadística y Cartografía. La parte positiva es que los sueldos de los trabajadores ha subido en los últimos años -tampoco en exceso-, mientras que el lado vergonzante, sobre todo en el caso de Córdoba, es que los hombres siguen cobrando más que las mujeres. Y lo que es peor, la denominada brecha salarial entre sexos, lejos de acortarse, se ha ensanchado hasta el 23%. En cifras, el estudio viene a decir que las mujeres cordobesas cobran al año 3.537 euros menos que los hombres. Y además, es una realidad constatable en la mayoría de los sectores productivos, con la excepción de la construcción -todo hay que decirlo-, donde la presencia femenina es testimonial.

Si esa es la realidad del mercado laboral en la provincia, quiere decir que el sistema está fallando. Todos los avances en materia de derechos de los trabajadores están ahí, pero es evidente que no han llegado en la misma proporción a la mitad de la población de esta tierra, que son las mujeres. Algunos expertos matizan los datos de este tipo de análisis diciendo que las reducciones horarias o el cuidados de niños y mayores siguen recayendo sobre la población femenina, por lo que la diferencia entre nóminas se tiene que plasmar en los informes. No lo dudo, pero es evidente que algo se está haciendo mal para que siempre sea el mismo palo el que aguante la vela.

Dicen los sindicatos que la culpa es del sistema productivo que tenemos en Córdoba, en el que prima la temporalidad y la precariedad. Puede ser, pero los llamados representantes de los trabajadores poco han solucionado sobre este asunto en las últimas décadas. Cierto es que la demanda social para que la mujer tenga una mayor visibilidad ha empezado a dar sus frutos. Cada vez son más las que ocupan las cuotas de decisión que por lógica y sentido común les corresponden, pero visto lo visto, ni ha sido un camino de rosas ni el resultado está siendo el que se podría esperar.

Ser iguales no es solo una cuota equilibrada en un consejo de administración, en la dirección de un sindicato, en un partido político o en el reparto de las tareas del hogar. También es que ante la misma responsabilidad se reciba el mismo salario. Y eso sí, o nos lo creemos, o seguiremos siendo desiguales.

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