Cuando mi madre heredó la casa de su madre en el pueblo, no osamos tirar nada de lo que ella había guardado con celo -en los años en que volvió a su infancia- dentro de un cajón de la mesa tocinera de la cocina: bolsas de tela e incluso ya de plástico que contenían tapones de corcho, anudadas con un jirón hecho de trapos de algodón desechados; en realidad, reutilizados. Puede que la Guerra que vivó en su treintena -y sus criaturas: el miedo y la escasez- tuviera mucho que ver en ese acopio, tan tierno, pero a la vez propio de los tiempos en los que no se tiraba nada: no existían expresiones como reciclaje, sostenibilidad o economía circular. Otra guerra ahora mueve a muchos a acumular víveres, acelerando el desabastecimiento de los lineales del supermercado que provoca la huelga del transporte, a su vez motivada por el encarecimiento de la energía que nos ha traído la invasión rusa de Ucrania. Los acontecimientos antes lejanos y ajenos nos son ahora inmediatos y propios. Un efectomariposa' del siglo XXI hace que las perturbaciones ocurridas en cualquier sitio del planeta puedan convulsionar la vida de las personas de lugares remotos... Antes remotos.

Pero no hace falta la zozobra que causa un conflicto armado y, ya a nivel doméstico, un paro de transportistas para que se despierte este atavismo, este afán de ardilla al llegar el invierno: supe de un hombre que dio su pequeño aporte a la cuenta de resultados de Amazon comprando por internet decenas de pares de zapatillas de deporte, hasta el punto de alquilar un nuevo cuarto trastero en su bloque para almacenar las cajas de Adidas y New Balance, sin que nunca él hubiera hecho deporte y siquiera llegara a estrenar alguno de los extraños tesoros de un running que jamás practicó. La diferencia entre aquellas bolsas con tapones y esas cajas de zapas se llama consumo, otro concepto contemporáneo, que es padre del consumismo, la versión patológica de la adquisición de cosas que en teoría son innecesarias. En teoría, porque son consustanciales a nuestro sistema económico las necesidadessuperfluas, un oxímoron como la copa de un pino. Recordemos la fiebre del papel higiénico en la etapa del confinamiento. No es desabastecimiento, o no tanto; sí se trata de histeria y de pulsión consumista interiorizada hasta los tuétanos. Hoy domingo no compraremos cajas y cajas de leche porque las tiendas suelen estar cerradas. Y, ojalá, porque la huelga de los transportistas toca a su fin. Y, ojalá de verdad, porque esta guerra -tan lejos, tan cerca- cese.

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