Depurar responsabilidades

Hay seis municipios andaluces incluidos en la lista ominosa del fraude residual (un nuevo invento genuinamente nuestro)

El otro día, dando un paseo por una playa del litoral onubense, me encontré con un montón de toallitas de dudoso origen, además de unas algas también de muy dudoso origen y la habitual espumilla que suele verse junto a la orilla, por supuesto también de dudoso origen. Poco después leí que ese municipio en concreto ha incumplido la normativa sobre depuración de aguas residuales desde 2001. En todo este tiempo, el dinero ha llegado, las tasas sobre el agua -elevadísimas- se han cobrado, en Canal Sur se han exhibido cientos de programas ensalzando la calidad de nuestras aguas litorales, pero la depuradora seguía siendo una presencia tan fantasmal como esas lunas de sangre que a veces -muy pocas- asoman en el cielo. Y por si fuera poco, otros seis municipios andaluces -vaya orgullo- también están incluidos en esa lista ominosa que podríamos calificar de fraude residual (un nuevo invento genuinamente nuestro). Pues bien, gracias a esta negligencia, la Unión Europea nos ha puesto una multa que vamos a tener que pagar entre todos, a razón de 12 millones de euros por semestre hasta que se solvente el asunto, es decir, hasta que se construya la depuradora. A este paso, con un poco de suerte, tal vez dentro de otros quince años.

Es asombroso. Adoro esa playa y la considero un lugar maravilloso para pasar las vacaciones, pero me pregunto qué ha pasado para que una depuradora que debería haber sido construida hace más de quince años se haya esfumado como esas estrellas fugaces que los niños buscan en las noches de verano. Todos estos municipios viven del turismo y cobran unas tasas elevadísimas a sus habitantes, y además vivimos en una comunidad donde hay tropecientos gabinetes y observatorios y mesas sectoriales que se supone están destinadas a vigilar estas cosas. Pues no, está visto que no sirve de nada. En una sociedad políticamente saludable, una vergüenza como esta tendría ya consecuencias. Y alguien habría tenido que depurar, sí, responsabilidades. Dimitiendo, por ejemplo. O devolviendo el dinero. O al menos pidiendo excusas. Pero no se preocupen: podemos esperar sentados. Nadie dimitirá. Nadie pedirá cuentas por este escándalo. Nadie pedirá disculpas. No, nada. Silencio, altanería y un soberano desdén hacia esos pobres diablos que pagan impuestos. Olé, qué arte el nuestro.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios