Manías

erika Martínez

Democracia y simulacro

TRAS las elecciones del 20D, leí un artículo donde se comparaba al nuevo votante español con la exigente clientela del Starbucks, siempre dispuesta a pagar el doble por su taza a cambio de comodidad, wifi gratis y, sobre todo, la posibilidad de escoger entre 35 bebidas con diferentes tamaños y presentaciones. Dónde va a parar. Extrapolando a la política el lenguaje publicitario, el artículo instaba a los partidos a preguntarse por la "experiencia de usuario" de los militantes y concluía afirmando que aquellas elecciones materializaban una "operación de portabilidad por parte de consumidores políticos insatisfechos con sus marcas de toda la vida". ¿Para qué llamar votantes o ciudadanos a individuos reducidos en toda su amplitud existencial a gente que compra cosas? De hecho, para ser honestos, no deberíamos votar a partidos en las elecciones, sino a paquetes de empresas que representen nuestros intereses de consumo. ¿Racionalidad política? No, mejor satisfacción o insatisfacción ante los productos ofrecidos.

Leyéndolo, me acordé de un vídeo de Žižek, donde el polémico filósofo esloveno explica la ideología que subyace al empeño de consumir café en un Starbucks. Al entrar a una sucursal del gigante de Seattle, uno compra no solo café, sino también tranquilidad de conciencia porque, como anuncia su cartelería, un porcentaje de su precio total es dedicado a la defensa del medio ambiente, la lucha contra el hambre o el trabajo infantil. Y eso tan solo por 3.20 euros. En realidad es un café muy barato.

Esta forma en que el capitalismo te gratifica por seguir consumiendo se combina además, en el caso Starbucks, con una reproducción a pequeña escala de la estructura de nuestra democracia: ¿puede alguien sentirse más libre y dueño de su destino que cuando te ofrecen para comprar 35 tipos de algo? El New York Times publicaba ayer la noticia de que tan solo el 9% de los estadounidenses escogería a Clinton y a Trump como candidatos de sus respectivos partidos. El domingo se publicó una encuesta de Metroscopia donde se preguntaba a los votantes del PSOE si preferían repetir elecciones o que gobernara Rajoy con la abstención de Sánchez. Para que sintieran que, a pesar de todas las opciones robadas, son ellos los que están eligiendo.

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