Estoy casi seguro de que el término no existe, salvo alguna tendencia que bajo este nombre se relacione con las cuestiones que tengan que ver con los estados de las barras y estrellas. Así que palabro al canto. Lo mío es más cutre. Tiene que ver con la exhibición de la ordinariez, de la agresividad verbal y de la falta de autocontrol, ofrecida permanentemente al público.

Seguro que muchos no nos reconoceremos conocedores de lo que refiero, porque un programa líder de audiencia de la tele, Supervivientes, no refleje nuestra realidad. Es decir, nadie lo ve. Por eso es líder. Aunque el programa no se vea, que se ve, no escapamos de los 200 resúmenes que se emiten para abrir boca o refrescar la memoria. En fin, el que más y el menos (fugas intelectuales aparte, más deseadas que ciertas) tiene alguna idea sobre el concurso y, más allá, sobre la participación en él de una joven llamada Dakota. Es la misma que hace unos años protagonizó otro reality, docureality, para chicos con problemas de conducta que se sometían en vivo a una terapia no deseada por ellos, sino solicitada por sus familias.

Sé que sus salidas de tono, por ser generoso, han corrido como la pólvora en redes y que goza de tremenda aceptación entre la gente más joven. Es triste. Sus insultos, desmedidos desde el minuto cero, ante cualquier persona en cualquier disputa, no se reflejan como un comportamiento a evitar, sino que se jalean directamente o, en el mejor de los casos, se justifican, porque dice la verdad. Suponiendo que esto último fuera cierto, decir la verdad de esa manera pierde el valor de la sinceridad. Dakota no es un ejemplo, es un anti-ejemplo.

Con todo, Dakota no es la culpable del dakotismo. Es su origen, su raíz, pero ni siquiera lidera el movimiento. Es solo un instrumento para quienes muestran caricaturizado su evidente problema. El dakotismo que repudio es la exhibición. A estas alturas de mi vida, como se comprenderá, poco me altera que lo más bonito que salga por la boca de una chavala en la tele sea "cómete una mierda". Me preocupa que no se perciba como negativo por los más jóvenes y, más aún, que sea traducido incluso como un valor. Lo que reprocho es que los jefes del show televisivo la hayan escogido, conscientes de su juego, para aprovechar sus claros problemas de convivencia y respeto como herramienta para incrementar su audiencia y beneficio, normalizando en público conductas para las que en privado pediríamos terapia (lo que antes ya hicieron, con el mismo objetivo).

Dakota es una chica complicada, pero mucho menos peligrosa que quienes la muestran tal cual -¡es un reality!, dirán, cínicos, ¡elige el público!-, explotándola como su nuevo, y efímero, mono de feria. Es su negocio. Y no les valdrá nada cuando pase, por más verdades que entonces insulte.

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