Culpa

Todo da a entender que los jueces alemanes se han servido de España para expiar las antiguas culpas de sus abuelos

De vez en cuando conviene atreverse a exponer una simple conjetura, siempre que no se pretenda pasarla por una Verdad. Sólo como si se tratara de una corazonada, sin mucho fundamento; por si acaso puede iluminar algún oscuro rincón. Tal como suelen hacer los psicoanalistas: adelantan sugerencias, sin comprometerse demasiado. He aquí la conjetura: si recuerdan las expresiones de los jueces regionales y de la propia ministra de Justicia, con motivo de la excarcelación de Puigdemont llevada a cabo en Alemania, se puede sacar la conclusión de que, tras hablar, se quedaron gratamente aliviados, como si pensaran "esta vez sí hemos hecho lo correcto, esta vez estamos en el lado bueno de la historia". Se exteriorizó en ellos como un gesto que parecía anunciar más complicidad con el preso que con la solicitud del juez español. Pero si alguien se ha sentido desconcertado ante esta sobreactuación alemana, sería recomendable que leyera el espléndido libro El problema de la culpa, del gran filósofo y psiquiatra alemán Karl Jaspers (traducción española, Paidós, 1998). En este libro, escrito después de la derrota del nazismo, Jaspers analiza las reacciones de millones de alemanes que habían colaborado con el régimen y que se veían obligados a convivir con su sentimiento de culpa. Lavar aquellas faltas fue difícil, pero el país lo necesitaba y supo enfrentarse con el recuerdo de los viejos fantasmas. Como sabe cualquier buen lector de Freud la culpabilidad perdura e incluso se transmite si no se extirpa.

Dan, por tanto, la impresión estos jueces y políticos alemanes de que se les ha brindado una ocasión ideal para purificarse. Por una parte (no hay que olvidarlo) se paga o compensa la vieja deuda alemana contraída con los herederos de Companys, que fue entregado por su policía a Franco. Y excarcelando a quien ahora reclama libertad, en su nombre, se rectifica la imagen de aquellos excesos cometidos por la Gestapo, Así, con este generoso ejemplo de hoy hacia Puigdemont, la antigua culpa alemana se diluye (dice Jaspers). Un gesto de ahora sirve para expiar un triste pasado. Por otra parte, quitarle la razón a la Justicia española, también ha supuesto una acción purificadora, porque esta democracia huele todavía a franquismo (según cuentan los seguidores del encarcelado) y dado que apenas se les ha replicado desde el gobierno de España, eso ya supone una cierta aceptación. Por tanto, todo da a entender que los jueces alemanes se han servido de España para expiar las antiguas culpas de sus abuelos. No está mal ¿Pero y los españoles qué hacemos? Psicoanalizarnos es largo y caro.

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