En el tejado

F.J. Cantador

fcantador@eldiadecordoba.com

Creo en la Resurrección

Hay momentos que son indisolubles a las bandas sonoras con las que se han vivido, momentos que vuelves a rememorar cuando vuelves a escuchar esas canciones. A mí me ocurre con los 091. Conocí ya tarde la música de los Cero [todo fan que se precie llama así a los 091, lo mismo que los fans de Springsteen lo llaman Bruce o los hinchas del Atlético de Madrid llaman Atleti a su equipo]. Me enganché a sus melodías y a esas letras poéticas únicas [tan únicas como único es quien las compuso, José Ignacio García Lapido], con el LP Doce canciones sin piedad, de 1989, el cuarto de la discografía de la banda granadina. Con ese disco sonando en el coche a toda leche acudí ese verano de 1989 a verlos actuar junto a Héroes de Silencio -que presentaban su primer LP, El mar no cesa- en Villanueva de Córdoba. Los 091 en concierto me parecieron un grupo diferente a todo lo que había visto y escuchado hasta el momento, con un rock honesto que huía de ser lo políticamente correcto comercialmente hablando que incomprensiblemente para el arte musical pedían las discográficas, pecado que luego les pasó factura hasta llevarlos a la separación en 1996.

Los Cero se despidieron de la afición ese año con un par de recitales en Maracena (Granada), que quedaron grabados en vídeo y CD bajo el título Último concierto. Uno de esos momentos indisolubles de los que hablo, de esos que nunca se olvidan, lo viví junto a los comensales con los que compartí mesa en la boda de mis amigos Raquel González y Jesús Fernández. Llegué a esa boda tras ver en TV el concierto y mientras compartía el ágape postnupcial hice apología del ceronoventayunismo, una apología en la que dejé ver mi frustración repitiendo una y otra vez que no entendía por qué un desinterés cada vez mayor por parte de las discográficas había condenado a la separación a una de las bandas "más auténticas del panorama musical nacional". Aunque pude resultar algo coñazo, lo cierto es que aquel discurso de quien daba a la banda por perdida sirvió para sumar más adeptos al ceronoventayunismo.

Afortunadamente, en esas vueltas inesperadas que da la vida y gracias también a Riff Producciones [que algo tiene que ver en el asunto], una maniobra de resurrección que jamás podría haber soñado trajo de vuelta a los Cero, y no de cualquier manera, de forma triunfal. En Córdoba me tuve que pellizcar el 1 de julio de 2016 para escapar del síndrome de Santo Tomás, aquel del "si no lo veo no lo creo", cuando José Ignacio García Lapido (guitarra), José Antonio García (voz y armónica), Tacho González (batería), Víctor García Lapido (guitarra) y Jacinto Ríos (bajo) subieron al escenario de la Axerquía. Afortunadamente, cuando tampoco me lo esperaba, han anunciado ahora que vuelven con nuevo disco en otoño. Ya no me he pellizcado, porque me han hecho creer en la resurrección.

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