LAS cosas ahora no marchan bien, es evidente, pero en apariencia ninguno de los responsables del asunto -desde los despachos hasta el césped- parece excesivamente sorprendido. Quizá porque lo que está sucediendo entra dentro de las previsiones de un club que, a diferencia de otras épocas en las que sus metas se situaban en un ambiguo y estremecedor "llegar a donde Dios quiera", sí se había marcado unos desafíos muy definidos para el curso 2007-08 después de su ominoso y oneroso bienio en el pudridero de la Segunda B. A saber: a) en lo deportivo, conseguir la permanencia del modo más rápido posible y con los apuros justos; b) en lo económico, sanear las cuentas con una reducción drástica de gastos, reflejada en la procedencia de las incorporaciones: cedidos, libres y contadísimos fichajes para apuntalar el armazón de la temporada anterior, y c) en lo social, recuperar la estima popular, hacer crecer la masa social y expandir la marca Córdoba Club de Fútbol. Y está en ello. Con sus problemas y trabas, como todo el mundo. Sus cinco puntos de 24 han traído el miedo. Se trata de vencerlo. Y eso se hace con serenidad, agallas... y triunfos. Como sea y ya. Ésa es la medicina. ¿Va la entidad a la deriva? ¿Está fracasando en sus propósitos? ¿Reina el caos? ¿El equipo es un cadáver andante? ¿Se ha ido de las manos el vestuario? ¿El entrenador ha enloquecido? Nada de eso. Lo único que hay ahora es un equipo construido para lograr la permanencia que, tras casi una vuelta completa de campeonato, no ha rozado los puestos de descenso. Está a seis puntos. ¿Y si va a peor? Pues ya se verá. El secreto, como sabe Campanero, es estar preparado para todo.
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