Cordobesa

O sea, que si usted es pelirroja, por mucho que naciese en el Pozanco, no representa a la mujer cordobesa

Avanza un domingo primaveral cuando escribo estas líneas y aún persiste la polémica por el cartel del Mayo cordobés. Los críticos con la obra, que son muchos, tiran a veces hacia el insulto y otras veces esgrimen, juiciosos, sus argumentos. Mientras tanto, otra sección pasa olímpicamente del cartel y lo que hace es aprovechar la circunstancia para darle leña al cogobierno, como si no hubiese temas más importantes y justos para reclamar mejorías en la gestión. Incluso frikazos del neoperiodismoyoutubero llegados de otros lares se suman a la fiesta sin tener ni zorra idea de lo que es Mayo ni de quién es Rafael Cervantes ni de dónde está la Piedra Escrita. Polemistas que se hacen ricos a golpe de click y que cuando huelen la carroña acuden prestos. Este artículo no va sobre ellos sin embargo, pues no lo merecen, sino sobre uno de los argumentos más repetidos en esta diatriba y que consiste en decir que la mujer que aparece en el cartel no representa, según dicen, a la mujer cordobesa. ¿Porque cuál es la quintaesencia de la mujer cordobesa? ¿La chiquita piconera? Intuyo claro que una morenaca de pelo liso, a ser posible menor de 30 y, para rizar el rizo, hábil en la preparación del brasero de picón y el salmorejo de mortero. O sea, que si usted es pelirroja, por mucho que naciese en el Pozanco, no representa a la mujer cordobesa, sino que quizá represente a la mujer sueca o a la burgalesa. Tonterías, en fin, que huelen como la alacena de la tía Paquita, a queso añejo, y que me venían a la cabeza el sábado cuando vi en una foto del Facebook a tres cordobesas, estas sí, de rompe y rasga: la exconcejal Rafaela Valenzuela y las escritoras Matilde Cabello y Juana Castro. Ninguna de ellas nacida en la capital, Matilde incluso tan gaditana como cordobesa, pero las tres marcadas a fuego por la muerte de seres muy queridos y aún enhiestas, fuertes, creadoras y luminosas, sonrientes en esa instantánea que me gustaría que viesen y entendiesen en su fondo. Ellas sí que son para mí las romeracas, las cordobesas de verdad, las admirables, y no ese prototipo idealizado que siempre se esgrime cuando se habla de mujeres. Porque del arquetipo del hombre cordobés, ¿qué sabemos? ¿Alguna noticia? ¿Todos somos prototipo o me quito ya 20 kilos, 15 años y me compro los zajones y el caballo?

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