Mensaje en la botella

Córdoba, el arte y el olvido

¿Cómo tratamos a nuestros creadores? El refrán dice que "nadie es profeta en su tierra"

Artistas cordobeses de larga trayectoria y proyección nacional e internacional han decidido unirse en un nuevo grupo que nace bajo el nombre de Córdoba Contemporánea. Lo componen 11 creadores de diversas tendencias estéticas que pretenden divulgar sus obras y defender "un arte independiente y honesto", al tiempo que "la diversidad creadora más allá de los parámetros que marcan los organismos oficiales". Así comenzaba el desarrollo de la noticia que publicaba este periódico hace unos días. Se trata sin duda de una iniciativa reivindicativa, con el ánimo de dar visibilidad a la actividad de un grupo de creadores que, por desgracia, no estamos muy habituados a ver por estos lares, muy al contrario que en otros puntos de la geografía patria o incluso del extranjero. Sinceramente, me parece acertada la propuesta, sobre todo como toque de atención a nuestros dirigentes y a la sociedad cordobesa en general para que sepan que aquí en esta tierra hay algo más que lo que vemos en los denominados canales oficiales. Son 11, por ahora, pero podrían ser algunos más los que encuadrarían perfectamente en este movimiento, tanto por la calidad de su trabajo como por la proyección exterior.

Desde aquí, toda la suerte del mundo para que este grupo se consolide y, por supuesto, se amplíe con más artistas. Pero claro, la pregunta que me surge es: ¿cómo tratamos a nuestros creadores? La respuesta, como casi siempre, la encontramos en el refranero, por aquello de que "nadie es profeta en su tierra". Y lo digo no sólo por este colectivo Córdoba Contemporánea, sino por otros que también esta semana han sido actualidad. Me refiero a la bailarina y bailaora Olga Pericet y al coreógrafo Antonio Ruz, cordobeses ambos, y que han logrado el Premio Nacional de Danza que concede el Ministerio de Cultura y Deporte. Si uno repasa los argumentos del jurado para la concesión de estos reconocimientos, todavía sorprende aún más la categoría de ambos, que repito, ¡son de Córdoba! Por si alguien no lo sabe.

Soy consciente de que indagar en las interioridades de determinadas políticas culturales es complicado, sobre todo porque a la capacidad de poner en marcha proyectos que tienen las instituciones, se une la singularidad de los artistas, lo que no siempre acaba en entendimiento. En cualquier caso, en esta Córdoba en la que presumimos de tener embajadores por todo el mundo, no estaría mal una mirada a la cultura de aquí y no ceñirnos sólo a los de siempre, a los que, por distintas razones, gozan de la simpatía del poder. Nuestros teatros y salas de exposiciones tienen que estar abiertas a todos, a las jóvenes promesas y a los artistas consolidados. A pintores, escultores, premios nacionales de danza y a quienes están llevando el nombre de Córdoba por el mundo desde hace años. No podemos, ni debemos, mirar para otro lado y, mucho menos, olvidarlos. ¡Hasta ahí podríamos llegar!

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