Veredas livianas

Noelia Santos

nsgemez@eldiadecordoba.com

Córdoba 1 - Primavera 0

Que no se agote, por haber sido torpes y ansiosos, lo que es inagotable por sí mismo

Huele distinto. La primavera aterrizó hace días, pero es ahora cuando batalla con una ciudad ansiosa de imágenes de las que presumir. Hay colas para beber vino y no hemos bebido vino en nuestra vida, pero es mi denominación de origen protegida y es la capacidad de acortar y alargar meses. Hay gente cortando tallos de claveles para pincharlos a una cruz, ahora símbolo festivo cuando hace dos semanas nos obligaba al recogimiento.

La gente lo sabe y se afana en que lo sepan los que no lo saben. Que son treinta y pocos días al año y nos valen para el resto. Las manualidades del colegio, aprenderte las sevillanas, fuera medias del uniforme y manga corta para lo que queda. Y con tus tías a ver cruces, qué bonito lo de siempre cuando te das cuenta de que con lo tuyo construyes todo lo demás. Al final sí te gustaba el vino cuando lo convertías en rebujito y rellenabas vasos pequeños atenta para que el hielo no te jodiera la jugada. Qué bonito lo de ahora cuando te das cuenta de que con lo tuyo construyes todo lo demás.

Y claveles en liza y romerías y entre todos ellos las puertas abiertas para que circule la identidad, la singularidad aislada de quien sin obtener nada ofrece todo. Y más colas y ojalá que fueran menos. Ojalá corrijáis el camino que está cogiendo la Fiesta, veladores de la misma, y que no se agote, por haber sido torpes y ansiosos, lo que es inagotable por sí mismo.

Aguantar el calor en la calle porque es imposible que se te pase desapercibida la belleza, bastante improbable que no te des cuenta de la paleta de colores efímera que no existe en más balcones que en los balcones de aquí. La primavera lleva días echándole un pulso a lo descrito y va a perder porque siempre pierde.

También nosotros perderemos cuando poco a poco veamos como todo esto se agota en un descampado convertido en fiesta. En un páramo de isletas donde la comunidad son tus amigos perdiendo ahora el pulso con la dignidad y sabiendo que lo pierden y dándole absolutamente igual. Porque allí, al final de la planicie a la izquierda, está sonando el himno que marca el final y vas a echar el resto. De camino a casa te darás cuenta de que se ha acabado, de que ahora toca esperar de nuevo. De que la ciudad y tú habéis resistido un año más el pulso que os ha echado la primavera.

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