En el tejado

F.J. Cantador

fcantador@eldiadecordoba.com

La Córdoba de Marilyn

Verano, estación maldita para quien tiene que salir a las calles de Córdoba a unas horas en las que el sol se convierte en un letal francotirador inmisericorde. Verano, estación en la que se oye un día sí y al otro también a alguien en la ciudad a golpe de topicazo decir aquello de que la caló es mu mala. ¡Ay, si el genial director Billy Wilder hubiera conocido en aquellos tiempos digitales de la pasada década de los 50 la caló que hace en Córdoba! Seguro que el cineasta hubiera elegido a esta ciudad para recrear una historia en la que una Marilyn Monroe acordobesada incendia el deseo de uno de esos afortunados o desafortunados, depende de cómo se mire, condenados a vivir como rodríguez durante algunos estivales días, mientras su pareja y sus hijos disfrutan de unas refrescantes jornadas de playa en Benalmádena, Fuengirola o alguna que otra tierra conquistada por el veraneante cordobés.

Y es que el verano en la ciudad califal es propicio para que no sólo la tentación viva arriba, como se titulaba en español aquella película de la que ha pasado a la historia del celuloide esa mítica escena en la que Marilyn, con aquel vestido blanco, se dejaba acariciar lo más íntimo por el aire que desprendía hacia arriba el metro a través de una rejilla. Hay que ver qué cara se le quedaba entonces a un rodríguez americanizado encarnado por un Tom Ewell que no podía dejar de mirar esas piernas de la que fue y eternamente sigue y seguirá siendo una de las mujeres más bellas de la Historia. A ese rodríguez le tocó la lotería.

La caló es mu mala y peor aún, insisto, si te toca vivir en una ciudad como Córdoba, en la que los caballeros -como a las cervezas- igual las prefieren rubias que morenas o pelirrojas, qué más da, todas son especiales, y en la que la tentación, insisto, no sólo vive arriba, sino también en una bus stop con el suelo levitando caldeados espejismos, mientras observas a tu Marilyn de turno anonadado y piensas que lo tuyo no lo arregla ni un chapuzón en las cataratas del Niágara ni mucho menos en el Guadalquivir y que vives en una especie de jungla de asfalto térmica en la que quisieras ser ese millonario con quien Norma Jean busca casarse. Y le sigues echando la culpa a que la caló es mu mala por tener esos pensamientos.

Pero no una caló cualquiera, la inmisericorde caló que hace en Córdoba, esa que, si no puedes dormir con el aire acondicionado o con el ventilador puesto, te acaba provocando un insomnio agudo en una cama bañada de sudor como si fuera un río sin retorno. Y acabas convencido de que, rodríguez o no, esa caló cordobesa es la que te transforma, la que hace que tu mente te lleve con faldas y a lo loco mientras a lo Jack Lemmon le respondes a quien te dice que sueñas demasiado que "da igual, nadie es perfecto".

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