CELESTINO Corbacho es ministro de Trabajo y antes ha sido alcalde de Hospitalet y presidente de la Diputación de Barcelona; es decir, ha sido cocinero antes que fraile y sabe tela marinera de lo que es lidiar con los problemas de la inmigración. No en un despacho, sino a pie de calle, mirando a los inmigrantes a los ojos, escuchando sus historias personales y obligado a poner los medios básicos para paliar sus angustias. Conoce los problemas de la inmigración porque los ha vivido en primera persona.

Corbacho, titular de Trabajo y ex alcalde y presidente de Diputación, ha puesto de los nervios a los sindicatos por decir que con las cifras de paro que sufrimos en este momento hay que ir a la reducción de los contratos en origen para los inmigrantes, hasta llevarlos a cero. Pues a pesar de que UGT y CCOO han reaccionado como han reaccionado -de mal-, el ministro está cargado de razón, es ejemplo de sentido común. Se ha apuntado al realismo sin tener en cuenta lo que conviene políticamente.

Estamos en dos millones y medio de parados y de esos dos millones y medio un porcentaje muy alto pertenece a inmigrantes que se han quedado sin trabajo en España después de haberlo tenido. Inmigrantes dispuestos a trabajar de nuevo, incluso sabiendo que para ellos son las tareas más duras, las que los españoles se resisten a realizar, como trabajar en tareas agrícolas en los invernaderos del sur y de levante a más de cincuenta grados de temperatura y con la espalda permanentemente inclinada, o cuidar personas mayores que no pueden valerse por sí mismas, o a un montón de chiquillos hiperactivos cuyos padres no tienen tiempo para dedicarse a ellos. Por no hablar de los trabajos más arriesgados en el sector de la construcción o en obras públicas.

Cientos de miles de inmigrantes que se encuentran ya en España y se han quedado sin empleo están dispuestos a hacer lo que harían quienes son contratados en sus países de origen. Y aún más: muchos de los españoles que viven la desesperación del paro ya no dudan cuando se les ofrece la posibilidad de aceptar lo que antes rechazaban.

Está muy bien afrontar el problema de la inmigración con frases demagógicas y sacando permanentemente a colación los términos xenofobia y racismo. Desgraciadamente la realidad no deja mucho hueco para experiencias ejemplares, de libro, basadas en teorías elogiadas por todos: nos encontramos con el agua al cuello. En España se ha regularizado la situación de centenares de miles de inmigrantes que desde luego merecían ser regularizados y a los que debemos mucho. Va contra la lógica seguir trayendo más inmigrantes a España para ocupar puestos que pueden ser ocupados por quienes ya están aquí y no tienen más esperanzas de futuro que la dramática cola del Inem.

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