La que nos ha caído ha sido enorme. De estar avisado, no lo habría creído. Muy profeta fui cuando vine a escribir aquello de 2020 año chulo, o algo así: involuntaria patraña completa. A ver, a datos vistos, dice Maby, todos listos, y el evangelio según mi suegra predica inmutable que más adelante hay más barro (lo sé, no es la primera vez que lo traigo, pero es tan cierto que mejor grabárselo a fuego). No reparé, porque soy un vitalista disfrutón nada supersticioso -aunque abandoné la osadía de pasar por debajo de escaleras para provocar al destino-, en que esta temporada que acaba suma ya trece desde que empecé a quedar cada semana en las páginas de un periódico (primero en otro y ya seis aquí). Quizás eso explique algo, qué sé yo. Han pasado cositas extrañas. Para colmo, justo ahora, una palomita de la luz muy torpe e ingenua se ha suicidado en mi negro café solo de las seis y cuarto de la mañana de un domingo de escribir para mandar el Habitante. Me debato entre apurarlo, como si no pasara nada, porque quedan al menos dos dedos (lo tomo largo para hilvanar) o desechar el resto.

El animalito de costumbres que soy ha cortado siempre en agosto. Ha parado en el oficio y en la obligación. Sin pena ni vergüenza. Los picapleitos no tenemos este año la saludable interrupción que acostumbraba a regalarnos agosto, por lo que habrá que sudar el tajo que nos ofrezca, aunque, no mentiré, estoy dispuesto a fingirlo todo y zambullirme en la normalidad más normalita a que pueda aspirar. Prometo esforzarme en forzarla. Mascarilla en ristre y gel hidroalcohólico a mano, cumpliré con lo que deba, porque no hay más narices (cojones, quería escribir), pero como la imaginación es sabia viajaré en mis interiores (sin duda, lo que mejor hago es viajar) y, con el permiso de mi director (hombre bueno, inclinación de cabeza), conviene no esperarme aquí el mes que viene en cinco días. Ya vendrán tiempos nuevos al otro y, a lo mejor, hasta buenos. Igual ni nos confinan otra vez. Igual no cae un meteorito. Igual acierta el gobierno. Igual, quién sabe, que ya es bastante, celebramos la previsión y la prudencia.

Por si lo leyerais: no hay previsión de salir, os lo tengo que confesar, porque la prudencia obliga, pero os propongo que disimulemos. Vosotros dos, vanguardia, que ya hacéis vida fuera, preparaos y valentía, porque el miedo no compensa y tenéis la oportunidad de conquistar futuro. Sonrisa y arrojo. Vosotras dos, aspirantes, insistid con fuerza, que se acerca el momento (y, sí, Mary, te debo uno de estos, cuando menos lo esperes). Acertaréis. Paciencia y tesón. Y tú persevera, que yo haré lo propio. Si me das la mano, al caer la tarde, y nos miramos, siempre me parecerá lo que eres: el único destino de mi mundo. Mientras me contagie de ti, siempre sano. Así que listo. Empaqueto y cierro. Paro. Pero vuelvo luego. Viaje constante y regreso. Y entonces, como siempre, si se quiere, nos leemos.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios