Tinta y borrones

Conexión

Cuando alguien me cuenta un problema y dice que no se lo ha dicho a su madre, yo respondo: ella ya lo sabe

El otro día llamé a mi madre, como todos los días. No recuerdo la frase que me dijo al descolgar el teléfono pero sí que le pregunté: ¿qué te pasa? Se quedó algunos microsegundos en silencio y me contestó que nada, que estaba concentrada en no se qué cosa y cambió rápido de tema. Al día siguiente me confesó que la jornada anterior no había estado muy católica, que diría Debi Mazar interpretando a Ava Gardner en Arde Madrid. Un día de esos de mal cuerpo, quizá incubando algún virus, nada sin importancia pero de lo que yo me percaté. No es la primera vez que me pasa eso con mi madre. Juro, prometo o lo que quieran que todo esto es verdad. A veces yo estoy en la ducha y me acuerdo de algo que tengo que preguntarle, no sé, algo que me encargó o que estaba pendiente. Pues salgo de la ducha, voy a por el móvil y tengo un whatsapp de ella contestándome, precisamente, ¡a esa pregunta!

En estos episodios de conexión madre e hija hay uno que, ciertamente, me dejó pensando unos días. Una noche soñé con Rosa, la vecina de mi abuela. Sin venir a cuento, no es de estas veces que surge una conversación y después eso se traslada a los sueños. Nadie me había hablado de ella, ni es un tema recurrente ni yo me había acordado, pero soñé con ella. Al día siguiente llamé a mi madre y no a la hora habitual, lo hice en otro momento no sé muy bien por qué. No me contestó. Cuando me devolvió la llamada me dijo que había ido a ver a Rosa, la vecina de mi abuela, que se había acordado de ella. Vellos de punta.

Además de mi madre, a veces me pasan estas cosas con personas muy cercanas a mí. No sé, digamos que sé detectar cuando algo va mal, a veces, por una frase del whatsapp. Mis amigas alucinan y dicen que soy medio bruja. Yo no sé muy bien lo que es porque no soy excesivamente observadora, quizá se debe a que soy demasiado empática, una cualidad que no siempre es positiva. Si alegrarse de los logros de otros como si fueran tuyos es una de las sensaciones más bonitas que conozco, sentir también sus sufrimientos es una carga difícil de gestionar.

Otra cosa es cuando es a ti a quien te va mal y nadie parece darse cuenta. ¿Es que nadie más tiene ese don? Pero entonces me acuerdo de que cuando alguien me cuenta algún problema, preocupación o secreto y me dice que aún no se lo ha dicho a su madre yo siempre le respondo: ella ya lo sabe.

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