Palabras prestadas

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Comprar una pandereta

EL niño tiene que traer una pandereta". Me encuentro con esta nota en la mochilita que le llevo todos los días a la guarde. Entre pañales sin usar, biberones vacíos con marcas de colacao y el chupe que le quitan al entrar. En la nota especifica que la pandereta deberá llevar pastores, angelitos, o cualquier otro motivo navideño, bíblico, etc. Es su segundo año en un centro constituido como cooperativa, que no tiene ningún símbolo religioso a lo largo del año, pero que en las fechas señaladas cambia su ideario completamente invitando a los niños, por ejemplo, a pintar nazarenos de colores.

Sé que esto es el principio. Que dentro de unos días llegará otra notita señalándome que debo vestir al niño de pastor o de niñojesús, para conformar el belén viviente de una fiesta destinada a provocar el babeo conjunto de los padres y abuelos de estos angelitos. Yo el primero, por supuesto. Esta mañana ya estaban poniendo las guirnaldas, las cintas de villancicos, el chiquirritíný No sé que circulará por las cabezas de esos enanos de dos años. Qué pensarán ellos de todo esto.

Pero el tema no acaba ahí. Vamos al médico a una revisión rutinaria y la pediatra le dice, "si no te estás quieto no te van a traer nada los Reyes Magos". Y su madre y yo nos quedamos callados. "¿No te han contado mamá y papá quiénes son Reyes?". Esta mujer, desde el nacimiento de los dos niños, ha sido quien les ha curado los resfriados, las neumonías y esas afecciones que nos quitan el sueño a los padres jóvenes. Una profesional en su campo. Por eso no salto y le digo, "oiga, se equivoca con nosotros". Podría haberle dicho que somos budistas o mahometanos. Quizá también ella se deje llevar por esta vorágine. Mi mujer, al salir, me recomendó que este año pusiéramos un belén en la mesita del teléfono. Uno de los clicks de playamobil, con sus camellos, su sanjosé. Muy chulo y posmoderno, desde luego, pero un belén con sus pastores.

Yo procuro no darle importancia. No quisiera transmitir a mi hijo ni mis credos ni mis descréditos. Me gustaría que fuera libre para elegir sus afectos y sus idearios. Sé que soy un iluso, y que tendrá que padecer el clima de seducción ideológica en que vivimos. Ideas que invitan más al placer que al pensamiento, o si no, que levante la mano el que no pensó en la bicicleta el día de su Primera Comunión. La mayoría te dice que un poco de religión, por la vía que sea, no hace mal a nadie. Otros me consuelan y me dicen que no importa, que se trata de pura fanfarria, de tradiciones, de una iconografía colectiva en la que participan beatas de misa diaria y materialistas históricos.

Esta mañana hemos comprado la pandereta y el belén de los clicks. Detrás de ellos vendrán, no cabe duda, árboles, guirnaldas y papanoeles. No será este año, quizá el que viene. El belén lo adquirimos en una papelería con juguetes que hay en el barrio. La pandereta en un chino que gerenta un marroquí que se llama Chaki. Ha rediseñado el local para poder acumular toda clase de objetos de gusto diverso pero que tienen a la Navidad como tema principal. Domina el rojo y el brillo dorado, incluso en los minitangas que se venden por un euro. Me concentro en la imagen del pastorcillo y en su cara redonda, con chapetas y mofletes. Veo la cara de mi hijo, feliz por el ruido, golpeando la pandereta.

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