Los que te acompañan, los que forman parte de un equipo o un proyecto, aquellos con los que compartes algún objetivo. De esos, los hay de muchas clases y niveles. Los hay que tienen como recurso y siempre a mano, el qué necesitas, el despreocúpate, yo me encargo y relájate. Estos, nos hacen la vida fácil. En nuestro día a día, constatamos lo determinante que son aquellos que están a nuestro lado y que parte del acompañamiento lo viven intentando liberarte, ayudarte y hacerte más llevadero los ratos complicados e intensos.

Al grito de ¡compañeros y compañeras! le damos una connotación ideológica, pero prescindiendo de ello, podríamos usarlo todos e insuflar energía y entusiasmo. A las barricadas, a arrasar. No descarto imponerlo como grito de guerra cada lunes en el despacho. En esto del acompañamiento también surgen zancadillas, pugnas y quiebros, escisiones, sin traer a Pablo o a Íñigo al texto, vale pensar en aquellos que parecían compañeros eternos, que crecieron juntos, que concibieron su proyecto común y que, de repente y por cuestiones variopintas, dividen. Y, de crear y crecer juntos, pasan a competir y luchar por espacios que los eran comunes. No hay que llegar ahí, a ese ámbito. A muchos, si no a todos, nos puede pasar y, de repente, ver al compañero con el traje de la competencia.

Mas allá de aquellos, que sobre todo por ambición, nos los encontramos de repente enfrente; los hay que sin pugnas ni conflicto expreso, pasan -a veces mucho tiempo- por nuestro lado sin pena ni gloria, que el día que recogen bártulos no dejan vacío alguno, ni hueco ni añoranza. Los hay cuya ausencia pasa imperceptible, porque nada nos dejaron, porque nada nos dieron, porque pese a ser compañía, jamás fueron compañeros. Puede que estuvieran ahí, al lado, pero nunca se acercaron. Los hay que no conciben tener que darse por compartir espacio o proyecto, que son capaces de establecer relaciones asépticas. Y es que dicen que efectivamente sufre menos quien menos espera, pero el no darse como pauta, no entregarse como norma, me sigue resultando frío y difícil de materializar. Horas, roces, tensiones y vida. Compartir en los diversos espacios de convivencia a los que nos enfrentamos cada día, parece inevitable.

Nos cruzaremos con muchos y tendremos compañeros de fatigas, compañeros de alegrías, de trabajo o ilusiones, compañeros de vida. Lo de ¿qué puedo hacer por ti? podría ser la mejor tónica, las redes y el sostén de los de al lado, reconforta y facilita, nos hace más agradable y llevadero el camino de cada día. Suerte, compañeros, con los compañeros.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios