PARECE existir una especie de bula con las ferias y mercados que periódicamente se celebran en lo que respecta a la venta de productos alimentarios. Cualquiera que haya acudido a ellos, habrá podido comprobar cómo el cumplimiento de las mínimas normas higiénicas brilla por su ausencia. No vale decir que la ambientación es medieval porque, en ese caso, chocan los puestos de gominolas o las parrilladas argentinas. Dentro de esta incongruencia, se echan en falta unas protecciones que, por lo menos, eviten que esos productos estén expuestos a lo que usted se puede imaginar y yo me ahorro de escribir para evitar nauseas generalizadas. Un consenso institucional hace la vista gorda a esta situación por razones que nadie ha explicado cuando existe una normativa que cumplen todos los establecimientos del ramo. Dense una vuelta por el bulevar del Gran Capitán y lo comprobarán por su cuenta.