Gafas de cerca

Tacho Rufino

jirufino@grupojoly.com

Coche tirano

El grado de preponderancia del motor en una ciudad es inversamente proporcional a su nivel de desarrollo

Lejos de verte embarcado en trance ascético alguno, y sin rastro de Siddhartha, uno de los rasgos más sorprendentes de la India es la tiranía del vehículo a motor, no sólo en las grandes ciudades: las motos apestan y acosan al peatón, y lo vuelven loco con el pertinaz toque de sus claxon. El coche, directamente, avasalla. De vuelta a Marraquech tras quince años, uno descubre que sus callejas, antes sugestivas, están también azotadas por motos escúter que te atascan las fosas nasales con una pasta negrucia nada más acceder a la medina. Acabas poniendo, cual Escarlata del Magreb, a Alá por testigo de que allí nunca volverás. El coche es igualmente ignorante del transeúnte. La prioridad es justo la contraria de la que uno se encuentra en Dinamarca: primero el peatón o en tranvía, después la bicicleta y, señalados y hasta proscritos, a mucha distancia están las motos y los coches. No suele haber problemas de aparcamiento: en general no se puede aparcar en ningún sitio que no sea un parking. El grado de preponderancia del motor en un pueblo o ciudad es inversamente proporcional a su nivel de desarrollo y urbanidad (perdonen si resulta casposa la expresión, pero define muy bien).

Aquí estamos, como en tantas otras cosas, atrapados a la mitad. El coche sigue siendo un rasgo de estatus en la comunidad. Las bicis, tras ser criticadas por pobretonas o cosa de bohemios sospechosos, han sido asumidas por miles de viajeros laborales, ya conversos. No es así en muchos pueblos, que ajan su belleza y perturban la tranquilidad que se les atribuye por el abuso del coche. Es lastimoso ver cómo localidades cuyo único probable futuro sea un turismo de cierta calidad espante a éste con el amontonamiento de utilitarios y cuatroporcuatros: los pueblos no estaban pensados para tal máquina, en la que suele viajar una sola persona. Hay municipios que sí lo han visto claro, y sus gestores un día aguantaron el tirón de un rechazo social pasajero. Hicieron ver a sus vecinos que uno puede aparcar a quinientos metros de su puerta, en zonas destinadas a ello. Si esto no se hace por la erradicación de un abuso consuetudinario de tiempos de modernidad de plástico, que se haga por no espantar a los visitantes, que lo último que quieren encontrar es vehículos invadiendo las aceras o embutidos en cualquier hueco de una plaza. (Uno se malicia que será Podemos quien enarbole esta bandera y así crecerá en los pueblos, coherente con su política de proponer cosas cercanas a la vida diaria de la gente, más allá del pan y circo. Al tiempo.)

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios