Reconocer la belleza, el éxito, admirar estructuras solventes de todo tipo, empresariales, solidarias, personales; saber apreciar la valía de aquellos valientes que han configurado un negocio, un proyecto consolidado, es una capacidad que no todos tienen. Valorar las aptitudes que han llevado a otros a crear algo que funciona y que lo hace aparentemente de manera óptima es algo, que al menos, todos deberíamos tratar de conseguir. Propongámonos desterrar la envidia y reconocer el triunfo de terceros. Y una vez que nos movemos en el terreno de ese reconocimiento, un paso más. Rasquemos. Indaguemos en la razón de ese éxito, estudiemos el esfuerzo de esos otros y cómo fueron capaces de canalizar los recursos para alcanzar su triunfo, cómo lograron optimizar los medios y conseguir que les saliera tan bien, llevémoslo entonces a nuestra propia experiencia y construyamos algo en lo que creamos, algo que funciones y algo que sea bello.

Pero en ese proceso de mejora y de superación, cabe una variable más. Porque hemos quedado en que hay que rascar, profundizar, investigar si es oro todo lo que reluce…o no. Y entonces, ¿Y si por dentro no mola tanto? ¿Seremos capaces de seguir rascando? ¿Nos espantará ver lo que hay tras la primera capa y más allá? ¿Y si rascas y bajo la apariencia de éxito hay explotación, si bajo la estética triunfal hay sujetos oprimidos, tácticas de dudosa moral, técnicas de pisotear a terceros y fraude? ¿Queremos llegar hasta el fondo o preferimos quedarnos en la superficie? Y en caso de que así sea, ¿eso es de cobardes o es un mecanismo de defensa? Puede valernos simplemente lo bello, lo cómodo, lo agradable y lo admirable -en el mejor de los casos- para no tener que afrontar la decepción o la frustración.

Tenemos la opción de minimizar los errores y mantener el referente, podemos empatizar con los emprendedores y ser indulgentes con sus pecados, porque por encima de detalles más o menos graves o condenables, se han sobrepuesto a las trabas y se han posicionado como la mayoría no son capaces. Podemos también desterrar la luz que nos cegó y ser duros e inflexibles con las fullerías.

El éxito va más allá de la chapa y pintura, debe llegar al motor, a las entrañas del proyecto, va de la ética que alcanza a todo y la moral que lo invade desde la concepción; va de que el éxito también es el abordaje de las dificultades y la resolución de las complicaciones. Reconozcamos lo bello, pero no nos dejemos deslumbrar sólo por lo que brilla.

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