La moción de censura registrada por el PSOE impide que se puedan convocar elecciones inmediatamente. Un presidente cuestionado todavía lo es, pero pierde la posibilidad de disolver las Cortes y solicitar la convocatoria de elecciones mientras se tramita la moción. Posiblemente, actuar en interés del país por parte del gobierno actual debería haber determinado que el Presidente cerrase el chiringuito y llamase a las urnas, pero esto habría pasado solo en casi cualquier país democrático. En casi cualquiera.

La censura la plantea el PSOE solo. En realidad, Sánchez solo. Lo hizo antes incluso de que la Ejecutiva del PSOE tomara la decisión, sin respiro, sin buscar apoyos que la blindaran. Luego, por supuesto, el partido lo siguió, al líder. Pero olvida Sánchez, aunque lo sabe, que para prosperar requiere 176 diputados que la voten, de los que el PSOE aporta, tristemente, 84. Podemos, con su bloque, apoya incondicionalmente. Ni Ciudadanos ni el resto lo hacen sin condiciones por distintos motivos: Ciudadanos no quiere un nuevo gobierno de gestión política, quiere nuevas elecciones, las que Rajoy no ha convocado ni puede convocar ya; y el resto del mundo, salvo los dos representantes canarios, es efectivamente un universo incierto que pide lo imposible, esperemos que así sea: PdCat, ERC, PNV, Bildu.

He leído que la moción es un win-win socialista porque acorrala al PP y retrata a Ciudadanos. Discrepo. La moción puede ser un fiasco monumental. En mi opinión, la situación política es ésta, en dos premisas: hay consenso para que salga el PP; no lo hay para que gobierne Sánchez. Para que gobierne Sánchez, tal cual estamos, se necesita el concurso de partidos a los que difícilmente se les puede pedir el voto a cambio de nada. Lo normal es que ni se pida (sería una locura) ni lo den y si, a pesar de no pedir ni dar, votaran sí, son los que te hacen presidente. En política hay que explicar las cosas y esto es muy complicado de tragar. El elector tiene memoria: los atajos para gobernar, si no se gana en las urnas, se castigan en las urnas. En cambio, el mensaje de devolver la decisión a los electores es fácil de comprender y respaldar. Rajoy tenía que haberse ido y no lo ha hecho; lo echan ya, pero no para quedarse en su sitio, sino para ir a votar de inmediato. Y, para eso, que habría acuerdo, no haría falta llamar a las puertas del nacionalismo, ni del sensato, si lo hay, ni del trastornado, que lo hay, ni del despreciable, que aún hay.

Todos dicen actuar en interés del país pero lo dañan. Rajoy está fundido. Sánchez no tiene predicamento electoral. Iglesias no está ahora para esto. Ninguno quiere que se vote ya: ¿porque no conviene al país o porque no les conviene a ellos? Del atasco se sale por elevación, no por estrangulamiento. Actuar en interés de país es preguntar al respetable. Ya.

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