Cataluña es el modelo

En Cataluña, si alguien se atreve a decir algo que contradiga la verdad oficial, se le acusa de traidor y de enemigo de la patria

Es todo muy aburrido. Los que crecimos en los años del optimismo -los años 60- creíamos que el mundo iba a hacerse mejor y que no había vuelta atrás. La democracia representativa, la ampliación de derechos para las minorías, la lucha contra la pobreza, las mejoras en las condiciones de vida: todo eso parecía garantizado; es más, todo eso parecía una conquista irreversible. Pues no, estábamos muy equivocados. Y ahora, en la segunda década del siglo XXI, no sólo está en duda que puedan mantenerse muchos de los derechos sociales que disfrutamos -unas pensiones dignas, una sanidad pública eficiente, una enseñanza gratuita para todo el mundo-, sino que además los mismos principios de la democracia representativa están siendo cuestionados día tras día.

Y eso ocurre también en España, sí, en España. ¿La separación de poderes? Una bagatela. ¿El reconocimiento del adversario ideológico? Una vergonzosa claudicación. ¿La independencia judicial? Una tomadura de pelo. ¿La política basada en la búsqueda del bien común? Una estúpida pérdida de tiempo. ¿Los datos objetivos como fundamento de las políticas públicas? Una frivolidad que da alas al enemigo. ¿La libertad de expresión? Una tontería que debe sustituirse por el uso indiscriminado de la propaganda y por el control absoluto de los medios de comunicación.

El modelo es Cataluña (y también el País Vasco): dos sociedades en las que un 50% de la población discrimina y somete a la otra mitad gracias al manejo autoritario de la educación y de los medios de comunicación. Toda disidencia es silenciada por medio de la proscripción de la vida pública o el señalamiento y la hostilidad en la vida privada. Si alguien se atreve a decir algo que contradiga la verdad oficial, se le acusa de traidor y de enemigo de la patria. Y si ahora mismo se hiciera un estudio solvente de los niveles de calidad democrática de Cataluña -un estudio que nunca se hará-, los resultados serían muy parecidos a los de dos regímenes autoritarios como Rusia o China, en realidad dos dictaduras en manos de una camarilla de oligarcas que tratan a sus ciudadanos como hormigas que pueden ser pisoteadas en todo momento. Y este modelo, nos guste o no, es el que el actual Gobierno de Pedro Sánchez está imponiendo a todo el resto del país (y aún hay gente, bendita sea, que le aplaude con las orejas).

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