EL vicepresidente Chaves ha declarado que el nuevo sistema de financiación autonómica no establece privilegios y quien diga lo contrario padece de catalanofobia. En paralelo, dirigentes de Esquerra presumen de que Cataluña se va a poner cinco y seis puntos por encima de la media nacional, porque para eso paga más impuestos. Los catalanes han negociado muy bien, con argumentos, con tenacidad y con el poder que le dan votos que Zapatero necesita en el Congreso para no pasar apuros en lo que queda de legislatura. Pero aquí ha habido escasa transparencia: conocemos el método de cálculo, pero se deja que cada autonomía le ponga cifra a su montante regional. La suma territorial hecha por un procedimiento tan poco fiable incrementa en un 25% los 11.000 millones adicionales.

Añado que los catalanes han bordado la negociación. Hace cinco años plantearon la reforma de su Estatut con la pretensión de recuperar 6.000 millones de euros, un billón de pesetas, de su contribución a la Hacienda nacional. Por dos conceptos: más inversiones del Estado, en función de su PIB per cápita, y quedarse con una parte mayor de sus impuestos. El primero ya está en marcha, con un aumento de la inversión que ronda los mil millones de euros. El segundo se ha cerrado esta semana con una horquilla que se acerca a los 4.000 millones. El cheque catalán en 2012 se puede poner en 5.000 millones de euros. Una vez y media el cheque británico que la Margaret Thather arrancó a sus nueve socios comunitarios a principios de los 80.

En todo caso, me apunto a la filosofía de Chaves; en vez de protestar por lo que consiguen los catalanes, hay que imitarles. Me gustaría que nuestros gobernantes se atrevieran a convocar elecciones autonómicas en solitario, como hacen los catalanes. Que Andalucía tuviese una tradición empresarial como la de Cataluña. Que existiera algún partido regionalista influyente. Que en vez de 60 funcionarios por cada mil habitantes tuviésemos 38, como en Cataluña. Que nuestros jóvenes tuviesen un afán por formarse similar al de los catalanes de su edad. En fin, que fuésemos menos conformistas. Sería más importante que el dinero.

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