Tomates y calabazas

Lourdes Chaparro

lchaparro@eldiadecordoba.com

Carlos San Juan

Hay quienes a pesar de tener ya demasiadas otoñadas a su espalda han logrado entenderse con el móvil

Se llama Carlos San Juan de Laorden, tiene 78 años, es valenciano y ha conseguido miles de firmas -quiere llegar a 500.000- en la plataforma Change.org para que los bancos sigan prestando atención presencial. Ha acaparado numerosos informativos, que se han hecho eco de su demanda, totalmente entendible y a la que, sin duda, hay que dar respuesta.

Los mayores son esenciales en la vida y deben tener los mismos recursos que cualquier persona. La discriminación por edad no debe existir, ni tampoco de ninguna condición. Y es que, con esto de la pandemia y de las restricciones, internet se convirtió en la solución perfecta y única para salir del confinamiento. Sin embargo, muchas personas mayores se quedaron atrás y empresas y también entidades los han dejado literalmente tirados. Aunque también hay quienes a pesar de tener ya demasiadas otoñadas a su espalda han logrado entenderse con su móvil y hacer operaciones en redes, un gran número de ciudadanos simplemente no ha tenido acceso y, lo peor, ni siquiera ha podido aprender porque les resulta demasiado complicado.

Antes era habitual que cada primero de mes, en los bancos se formasen largas colas de personas mayores para que alguien les pusiera al día la cuenta y llevarse en efectivo la pensión. Llegaban con sus cartillas guardadas en el bolsillo de la chaqueta y el bolso y esperaban pacientemente su turno. Pues esa imagen va a quedar para el recuerdo porque este tipo de operaciones presenciales están desapareciendo y más aún el pago en efectivo. ¿Y ahora qué? Pues nada, que se lo haga su hijo o su nieto con la aplicación preceptiva de su móvil, pero parece que nadie ha caído en la cuenta que no todos tienen familiares que les pueda prestar esa ayuda o que aprender no es tan fácil para ellos, amén de quien se resiste.

Las entidades financieras, esos gigantes en los que depositamos nuestros ahorros -si es que se tienen- no son los únicos que pasan cada vez más de este grupo poblacional, para el que también es complicado seguir las indicaciones telefónicas que reciben desde un servicio para, por ejemplo, pedir cita al médico o realizar cualquier tipo de consulta. Que las tecnologías son vitales es más cierto como que mañana es sábado, pero su avance no debe dejar nadie atrás, y menos a quienes nos dieron la vida. Un trato justo para todos ellos es más que necesario y, poco a poco, se tienen que ir dando pasos.

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