Reloj de sol

Joaquín Pérez Azaústre

Capitalidad de Reyes

ALGUIEN puede pensar que el mejor regalo posible de estos Reyes es la Capitalidad. Sin embargo, si al final recayera entre nosotros, ¿qué podría ocurrir? ¿Hay alguna certeza o planificación probable que nos lleve a imaginar un aprovechamiento de la cita? No, o al menos no a priori. La Capitalidad puede caernos, esto es verdad, casi llovida del cielo, quizá como un maná imprevisto y caótico, por una serie incierta de variables que pueden decantarse por la candidatura cordobesa como solución final: así, tiene en su favor la nobleza en pan de oro de su esplendoroso pasado, la oportunidad de su presentación y su orden en el tiempo frente a las demás candidatas y también el factor de ser ciudad andaluza, donde aún no ha habido capitalidades culturales europeas.

Así, a pesar del desconcierto programático, la Capitalidad puede caer, quizá como una lluvia afortunada, como un azar benigno. Estoy convencido de que en Córdoba hay políticos que en su día se subieron a la Capitalidad pero que ya no creen en ella. Ellos son, esencialmente, los causantes de cierto desencanto, porque en ningún momento ha sido articulada la Capitalidad como proyecto a medio o largo o plazo, sino exclusivamente como vía de justificación de los períodos de gobierno, y ahora son ellos mismos los que ven la Capitalidad improbable, por más que alcen el ánimo en los flashes. La Capitalidad, en Córdoba, ha tenido mucho de flashes, de brillo imperdurable, de prestigio caduco al día siguiente de la foto impactante en el periódico.

El Instituto Andaluz de la Juventud siempre ha funcionado bien, y ha mantenido al alza su tensión muy especialmente en Eutopía. La Diputación Provincial, a pesar de los cambios en Cultura, ha ido sosteniendo una constante en las intervenciones en los pueblos, y CajaSur ha estado, en este tiempo, sumándose y sumando, en la protección patrimonial, al igual que la Junta, y también en la profusión de exposiciones de diverso calibre. Pero todo esto, en realidad, es lo de siempre. Los pintores han seguido montando exposiciones, y los escritores publicando novelas y libros de poemas, y los fotógrafos acudiendo a la Bienal. Todo lo de siempre. Pero la Capitalidad exigía una labor común, una interconexión que no ha existido; convertirse no en un fin, sino en un medio, de manera que de no venir a Córdoba dejara en la ciudad una infraestructura cultural que fuera, para bien público, nuestra identidad. Queda poco tiempo, o casi nada, y una posibilidad: que todos los poderes sumen alrededor de Carlota Álvarez-Basso, que es la mirada limpia y refrescante de esta historia, la que no está tiznada por el forcejeo provincial, la que no se ha dado codazos por entrar en la foto porque ella ha sido el centro de la foto. Queda poca esperanza, pero ésta debe ser piramidal.

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