Cambio de sentido

Cambio de agujas

El problema del tren apuntala una Andalucía a dos velocidades: la del AVE y la de autocares La Pava

Ha viajado últimamente en tren de Sevilla a Almería? No se lo pierda. (Echen viandas en la capacha, eso sí y, si gusta, una bota de vino fresco). Vivirá la auténtica experiencia del viajero romántico; se acordará de Gerald Brenan, de Washington Irving, de Roberto Arl…, y del ministro de fomento, de ADIF y de Renfe. Suba al tren. En Antequera, se me baje. Confusa, corretee con las maletas por unos pasillos y pase el canasto por un escáner: al solano le espera un autobús. Móntese. Llegue a Granada, tome otro tren, abandónese a su traqueteo. Por Guadix, mirando el árido y bellísimo paisaje, ensoñará que viaja en locomotora a vapor. Han pasado seis horas. Bienvenida al Lejano Oriente.

¿Y a Úbeda? ¿Ha intentado ir a Úbeda en tren y autobús desde Huelva? ¿Y Jaén? ¿Alguien habrá logrado llegar en transporte público -sin pasar fatigas- a alguna parte desde Jaén? Y no hablemos ya de las conexiones entre pueblos en algunas regiones de Andalucía: Odisea del espacio comarcal. ¿Y qué me cuentan de Granada? Más que nunca, tras 800 días sin tren con Sevilla, quien tiene un tío en Granada ni tiene tío ni tiene nada.

Una red tupida de transportes públicos es vital para la vertebración de un territorio, para el conocimiento y el encuentro entre sus gentes (incluso entre quienes no tenemos coche), para la buena vida. Los actuales problemas de conexión entre nosotros mismos no hacen más que ahondar la brecha del desarrollo desigual de las Andalucías -dicho sea en jugoso plural pero sin nacionalismos chiquitos que valgan- y afianzar una Andalucía a dos velocidades: la del tren AVE y la de autocares La Pava.

Más que llegar muy rápido, necesitamos llegar. Llegar entre nosotros y a nosotros mismos, para empezar. ¡Y por parejo! Vamos muy tarde: que aligeren, se remanguen y cumplan las administraciones. Resolver este problema requiere talento y talentos, ciertos principios y un final. "¿Hay aquí algún tren que vaya hacia alguna parte?", pregunta el escritor Miguel Ángel García Argüez. La respuesta no puede seguir siendo no. Las Mesas del Ferrocarril de Almería y de Granada llevan tiempo exigiendo un cambio de agujas. Mientras, pasa el tiempo sin que pase nuestro tren. (De haber pasado el mío les hubiera escrito una postal, no este artículo). En Punta Umbría, escuché en una ocasión la conversación entre dos paisanos: "¿Tú cuándo crees que llegará el AVE a Huelva?", preguntó uno. "Cuando le fallen los frenos en Sevilla", respondió el otro, resignado.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios