Rafalete, la gloria de san agustín

Cabeza ajena

MIRA que me había prometido que nunca más lo iba a volver a hacer, pero es que no tengo escarmiento, y es que me temo mucho cuando se me calienta la boca y ya no sé decir que no y nada, como se dice, ancha es Castilla La Mancha, y para adelante. En fin, que una vez más me volví a liar el 24 y un poco más y no llego a la cena.

Luego me paso tres días arrepintiéndome, que mi hermana se da un tute del bueno preparando la cena y yo ya llego con el gusto atrofiado, que ni sé lo que me estoy comiendo. Hace ya dos años, no sé si ustedes lo recuerdan, me prometí que esto no volvería a pasar, pues me entraron las moscas en la boca, como dice el refrán, y acabé como no quería. El caso, es que el día iba la mar de tranquilo, hasta que a eso de las dos, del mismo veinticuatro, que ya estaba a punto de comer, me llamó mi amigo Cayetano para decirme que nos fuéramos a la casa de Antonio, el de la carnicería, que lo teníamos que ayudar a no sé qué, que nos estaba esperando. Cuando llegué a la carnicería, a la parte de atrás, ya estaban unos cuantos amigos esperando, y ya habían empezado a ayudar a Antonio. La ayuda era que se le había roto un congelador, y se le habían quedado fuera unos kilos de chuletas y unos cuantos solomillos y le teníamos que ayudar a comérnoslos, que mejor que tirarlos a la basura, cualquier cosa. Y claro, una cosa trae la otra, Lázaro se fue a su tienda de ultramarinos y apareció con una caja de botellines y un barrilillo de esos de plástico con Montilla-Moriles, porque tampoco íbamos a comer a palo seco, ya saben ustedes.

Pues como dice ese dicho, que nadie escarmienta por cabeza ajena, y que cuando me quise dar cuenta ya eran las seis de la tarde, y todavía nos quedaba un buen rato para acabar, que allí había carne y bebida para parar siete trenes. A eso de las ocho, más por vergüenza que por ganas, me fui para la casa de mi hermana, a ayudarle un poco en la cena, pero la verdad es que no iba yo para ayudar mucho, si les soy sincero. Eso sí, el veinticinco me desperté el primero, y le recogí toda la casa y me ocupé yo de toda la comida, que puse una mesa que ni en un restaurante de cinco estrellas. Y lo hice con gusto, no para que me perdonaran, porque aunque ustedes no se lo crean yo soy una persona muy familiar. Esto se lo dije una vez a Soraya y se me quedó mirando con un gesto muy raro durante un buen tiempo, que yo no sé si no se lo creyó o que le pilló por sorpresa. Hablando de Soraya, tengo que aprovechar que se han adelantado las rebajas para comprarle algo. En fin, vamos a ver cómo se da este año que viene, que por mi parte no va a quedar.

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