Brújulas de papel

Suponen una promesa que, de no cumplirse, permiten al elector contrastar con el papel, indignarse y reclamar

Josep Borrell, máximo responsable de la política exterior de la Unión Europea, ha presentado y difundido un borrador en el que recoge, por escrito, los acuciantes y graves problemas a los que ésta se enfrenta. Ha sorprendido esta recuperación del recurso a la palabra escrita, explícita y contundente, que parecía olvidado. Antes era frecuente utilizar lo que se llamaba libro blanco sobre tal o cual asunto conflictivo. Gracias a la escritura impresa y fijada en los papeles, cualquiera podía consultar y medir, posteriormente, el cumplimiento de lo reflexionado y prometido. Pero esto implicaba un cierto riesgo para la corta memoria de muchos políticos, sobre todo para los oportunistas dados a cambiar de criterios sin pudor. Por eso, se abandonó recurrir a testimonio tan incómodo como el representado por un papel visible y firmado. Se prefiere un programilla lleno de vaguedades y un discurso oral revisable sin recato cada vez que se quiera. Dada la situación existente en la Comunidad Europea, Borrell ha buscado el medio de comunicación que mejor hiciera llegar a ciudadanos y gobiernos la grave situación existente cara al exterior. Y a ese texto escrito lo ha llamado significativamente Brújula Estratégica, señalando así lo desnortados que estamos los europeos, cobijados cada uno tras su resguardo particular y sin avizorar los peligros comunes que acechan. Pero, a pesar del interés que pueda tener esa Brújula orientadora de la seguridad europea, el motivo para recordarla aquí es otro. Se quiere señalar el ejemplo que encierra este recuperado recurso a un texto escrito, programático, sobre todo cara a las próximas elecciones andaluzas. Si desnortados están los europeos ante los envites exteriores, desnortados igualmente están los andaluces ante las múltiples listas de nombres que pedirán pronto sus votos, sin preocuparse de configurar una mínima brújula orientadora que permita distinguir con claridad los compromisos de unos y otros partidos. Unas orientaciones formuladas por escrito, sin generalizaciones, suponen una promesa en ciernes que, de no cumplirse, permiten al elector, cuando menos, contrastar con el papel, indignarse y reclamar. De momento a Borrell su brújula de papel le ha funcionado: ha despertado expectativas nada habituales. Por ello, aún están a tiempo los partidos políticos andaluces, ante lo que se avecina, de atenerse a presentar algo más que caras y nombres. Todavía hay tiempo para que preparen su brújula de papel, con claras orientaciones y con sus compromisos mínimos.

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