Cuatro semanas escasas para encontrarnos en las urnas por cuarta vez en cuatro años. Mucho cuatro y, claro, con tanta colisión artificial y poca sustancia sólida, a uno le nace la vena conspirativa. El cuatro es para algunas culturas el símbolo de la palmatoria. Lo es de forma muy evidente en la asiática, singularmente en la china, también en la vietnamita, japonesa y taiwanesa, y algo menos en la coreana. La cosa es que cuatro en las variantes lingüísticas de aquellos lares viene a pronunciarse casi igual que la palabra muerte. Y, entonces, superstición al canto: ni mesas en restaurantes con el cuatro, ni pisos en edificios que sean el cuarto, ni números de calle que lo contengan, ni canales de televisión, ni, por descontado, habitaciones de hospital. Ahora volvemos.

Bueno, pues aquí, ya sabemos, cuatro partidos se juegan los cuartos de manera rotunda en las nuevas elecciones. Sé que hay quintos elementos y sextas columnas y séptimos cielos que probablemente deban tenerse en cuenta, pero, centradita la cosa, el tema esta entre ellos, con su poquita de variante por los lados. El tema es que casi todo el mundo apuesta por el triunfo del PSOE en esta repetición, con un notable ascenso del PP, manteniendo el suelo Podemos y sangrando a borbotones Ciudadanos. De lo otro, en otro momento.

Si es así, poco va a cambiar porque ni el PSOE tiene las garantías de liderar un gobierno por la izquierda, ni el PP la tiene de hacerlo por la derecha. Llevamos haciendo un pan como unas tortas desde abril. En realidad, nos lo llevan haciendo para que nos lo comamos con papas. Se instauró desde entonces una política frentista, de bloques, dadas las minorías de los partidos mas relevantes, y el reconocimiento nada edificante de la incapacidad de pactar con el adversario de todos los actores que, como premio a su impericia, repetirán porque lo deciden ellos mismos como Juan Palomo. Pero calma: vaticino que esta vez, pase lo que pase, habrá gobierno y no volverán a repetirse las elecciones, pero no tendrá que ver con el interés del país, sino con la mejor virtud de los políticos patrios: su capacidad para sobrevivir, aunque todo aconseje su sustitución. Lo llaman resiliencia pero es solo morro.

Dije que volvía al cuatro. Lo de Asia nos pilla lejos, así que supongamos que no hay malvas reales. En numerología, que tiene un interesante matiz cabalístico y otro curioso de extracto esotérico, el cuatro es solidez y estabilidad. ¡Madre mía de mi alma! ¡Si va a resultar que todo responde a un plan áulico! Esta claro: es ensayo y error hasta el acierto. Así que tranquilos, no hay nada en el horizonte que nos deba preocupar más que ejercer nuestra encomiable responsabilidad cívica. Ni siquiera hoy, aunque salga la sentencia. Aquí no palma nadie, todo muy estable. Con bloques sólidos. De esos que te ponen en los pies antes de arrojarte al mar.

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