Pocas sensaciones más agradables que un beso. Besos de muy diferentes colores. El beso puede ser la ternura, la protección, puede ser el consuelo. El beso dice amistad, dice amor y otras veces, dice reconciliación. Besos en despedida y besos en reencuentros. Millones de besos y con muy distintos mensajes. Los besos dicen y hablan, traducen sentimiento y son arrebatos de pasión sin necesidad de traducción.

Los besos siempre fueron gesto amable hasta que la pandemia los tornó práctica de alto riesgo, fuente de contacto estrecho, excesivamente estrecho; acción de exposición extrema al virus, aerosoles, saliva, gotas respiratorias sobre pieles y pertenencias. Demasiado arriesgado. La pandemia nos redujo o nos dejó sin besos. Por primera vez, los besos eran peligrosos. Renunciamos a canalizar afecto y complicidad besando, medida de seguridad necesaria.

La otra pandemia, esa que también tiende a acotar la burbuja de seres, mujeres, que venían siendo y sintiéndose libres para relacionarse, sigue ahí; esa otra pandemia que, sin indicaciones sanitarias ni sociológicas, no amparada en sentimiento positivo alguno, reduce las burbujas sociales de otras, con los contactos estrechos que él determina, no para frenar trasmisión, simplemente frenarlas a ellas, es otra de las pandemias por las que seguimos pasando.

Esos, que entre besos y otras tácticas, van demarcando y delimitando espacio, imagen, actitudes, inquietudes y relaciones de ellas, son otro virus al que nos seguimos enfrentando. Como en el Sars cov2, el problema es la sintomatología, muchas veces invisible y de difícil detección a tiempo.

Esa otra pandemia ha centrado nuestra atención en estos días, nos llevó a la calle el jueves, nos ofreció charlas y mesa de redacción en la que pudimos constatar que contamos con los mejores profesionales para luchar contra la violencia de género, una vez que da la cara, que faltan medios y que se hace imprescindible poner el foco en la prevención. Medidas de seguridad y concienciación, que ya hemos visto que así se contienen los virus.

Puede que sea imposible la erradicación completa de la violencia de género, como lo es la eliminación de otras muchas lacras. Pero no lo es menos que avanzamos, lentos pero seguros, en la buena dirección. Las cifras y la comparación con otros países, que aquí también miramos el entorno, nos permiten afirmar que estamos -en primera persona del plural porque esto tiene que ser, y debe ser, un proyecto colectivo y no sólo de los políticos- avanzando.

Foco y atención en jóvenes, en primeros síntomas, en normalizar situaciones de riesgo. Hemos aprendido que la prevención es esencial para enfrentarnos a cualquier virus. Hemos constatado que hay besos que pueden ser peligrosos.

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