No sé: sé

Las nuevas tecnologías consumen electricidad y, sobre todo, tiempo y atención

Tal vez usted, amable lector, también ha experimentado alguna vez estos sentimientos contradictorios casi simultáneos. La vanidad herida de que no nos echen cuenta en una reunión y, a renglón seguido, el orgullo lastimado de que nos pregunten algo con atento interés -nos miran silenciosos, expectantes-, y no tengamos ni la menor idea. Al menos cuando no nos preguntaban, nos creíamos que teníamos algo que aportar.

El otro día me preguntaron, ay, cómo podemos poner coto a la trituradora de tiempo que es el teléfono móvil. Las redes sociales nos tienen pescados. El tiempo para la oración profunda, para la lectura sopesada, para un paseo en paz, para estar con los amigos en una tertulia larga y distendida… se lo tragan los cacharros. Y yo, que soy el primero en mirar la pantalla cada dos por tres para ver si está gustando o no el artículo, no supe qué responder. Mi primer instinto fue buscar en Google. La pregunta y su angustia la entendía y la compartía. Y el desconcierto.

No se me ocurrió una fórmula o un método. Nada. Dije: "No sé".

Pero a renglón seguido me dije: "Sé". Esto es, no importa que no sepas, pero siempre puedes en tu vida, a partir de ahora, ser un tipo libre de esa tiranía. Contra la imagen tópica de la inteligencia y la voluntad echándose un pulso, siempre a la gresca, entre ambas se llevan muy bien y se cubren las espaldas.

Si no soy capaz de dar con un método de validez universal para racionalizar el uso del móvil en mayores y en adolescentes, sí puedo hacerlo, a pulmón, conmigo mismo. A lo bruto. Ponerme límites. Saber que no sé hacerlo, pero saber hacerlo. No mirarlo durante dos horas. No ordenarme (con orden) pero ordenarme (con órdenes).

Cada caso es un mundo y no pretendo imponer ningún procedimiento, y menos mi voluntarismo. La voluntad es como la autocrítica, vale para uno, no para descargarla en otros. En cambio, como regla interior sí puede servir. Cuando no sepas cómo hacer una cosa: hazla. Cuando no sepas cómo no hacer una cosa: no la hagas. Puede parecer perogrullesco, claro, pero es alejandromagnánimo. ¿O acaso no fue el genio griego de la estrategia el que -plantado ante el nudo gordiano y viendo que no tenía manera de desatarlo- dijo: "No sé" y, zas, lo cortó por lo sano? Ea, desatado ipso facto. A falta de método, voluntad. Parece facilísimo, pero hay que ponerse. Yo me voy a poner. A final de verano, les cuento. Por ahora: zas. Zas.

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