La terrible experiencia por la que atraviesa el mundo deja muy poco hueco indemne, apenas nada. Puede que nada. Nada, creo yo. Pese a eso, pese a lo indubitadamente dramático de la situación, no hay cuerpo ni mente que resista tensión permanente así que, de vez en cuando, el ánimo o aquello en lo que cada cual crea, nos da una tregua y nos permite visualizar las cosas buenas, que también las hay, de esto que acontece. Sí, aquello de priorizar, de no posponer, de aprovechar el tiempo que tenemos con quienes queremos, todo eso que aprendimos hace meses y que debemos esforzarnos en poner en práctica.

No importa con quien compartas preocupaciones, la puesta en común enriquece o si no, al menos, libera. Ahí, cada uno ofrece una realidad, un punto de vista y un centro de atención. Es curioso como cada segmento poblacional está afectado de manera directa y singular por esta pandemia. Hay quienes ponen su foco en los adolescentes, en esta nueva y singular manera de crecer, de relacionarse al momento de formar carácter, perfilar personalidad y descubrir. O en los universitarios, que se están perdiendo ese momento vital por lo on line, como si el colegio mayor o las partidas de mus en la cafetería de la facultad pudieran cibersustituirse. Como si el viaje de fin de curso pudiera vivirse por videoconferencia. En aquellos que llegan a su primer trabajo con teletrabajo y distancias, sin las cervezas distendidas de los viernes ¡Con lo que eso enseña! Hay quienes dirigen su mirada a los pequeños, que terminan de sociabilizar con el cole y están creciendo al grito de no se besa a los abuelos, no se abraza, no se toca, no te acerques y hasta el bochornoso y chirriante, no se comparte. Inevitablemente, está también distorsionando la vida de padres y madres, azota al autónomo, a las emprendedoras, a los profesionales de sectores diversos, de todos los sectores.

Unos y otros, otros y unos y luego, los otros otros. Aquellos con los que la pandemia se ha cebado. Son esos otros de siempre, son los mayores, los discapacitados, los usuarios de los servicios sociales, son las personas y los colectivos vulnerables. Son los que no podemos dejar solos, los que más necesitan; realidades zarandeadas que dejan al descubierto nuestras vergüenzas, nuestras carencias y disfunciones. Son los que requieren especial pulcritud, toda la rigurosidad. Esenciales y necesarios los que los protegen y luchan por ellos contra los elementos, frente a administraciones, instituciones u organismos con escrupulosidad diluida. Imprescindibles los que velan y tienen por foco a esos, los otros otros.

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