Esta semana se ha escrito todo, o casi todo sobre igualdad, sobre logros; se ha dicho prácticamente todo del camino aún pendiente, de feminazis, de feminismo, del liberador y hasta del liberal. Todo o casi todo. Sorprendentemente nos hemos tenido que poner de nuevo, una vez más y a estas alturas, a definir, a justificar, a explicar, desarrollar y matizar conceptos, otra vez en el año 2019 vuelta al significado del 8M, de las reivindicaciones, de la huelga, las concentraciones, los paros y las manifestaciones. Nuevamente las tensiones de los grupos familiares de whatsapp, otra vez las discusiones dialécticas y frustrantemente yermas con amigos y conocidos. Vuelve a aparecer ese primo, que este año ha hecho suyos los nuevos panfletos de quienes han llegado a las instituciones. Miedo. Desolación. Hastío. Así toda la semana, hasta que llegó el viernes.

Soy abogada, desarrollo mi labor en un despacho de abogadas -sí, con A-. Todas somos abogadas, todas somos jóvenes y para colmo hasta todas somos madres. Esto no nos hace monocordes ni iguales. Entre nosotras hay muchas diferencias, disparidades ideológicas, no votamos lo mismo, no pensamos lo mismo, no nos gusta lo mismo pero esta semana se han desencadenado varios de esos cónclaves naturales y espontáneos que surgen a menudo entre nosotras y, en los de estos días, afrontamos el asunto de la semana.

En nuestra asamblea estábamos las que no concebíamos no ir, no estar en las calles el viernes, las que no se habían planteado ir, las que dudaban y, entre todas, incluidas las que no fueron, fuimos describiendo nuestro manifiesto, dando todas y cada una de nosotras, hasta las que finalmente optaron por no ir, los argumentos por los que sigue siendo imprescindible este día. No les desgranaré nuestro argumentario, pero a la cabeza del mismo estaban nuestras madres y sobre todo estaban nuestras hijas, nuestra realidad y el manejo de las agendas laborales y sociales a manos de hombres, las conferencias a las 20:30 por norma, la conciliación y los remordimientos por la combinación de esas notas. Había muchos más. Ya los han escuchado y leído últimamente.

Tras lo inquietante de la semana, llegó el viernes y volvió a ser ilusionante estar, no aburriré sobre lo que ya han escrito y mucho mejor que yo, pero estar allí rodeadas de esas incansables que nos precedieron, tras el grupo de las que están llegando llenas de fuerza y energía, esas adolescentes con caras pintadas que ríen fuerte y cantan alto, lo confirmó. Sigue siendo imprescindible.

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