Cambio de sentido

Nosotras, vosotras

La liberación de la mujer empieza por liberarnos las mujeres de 'La Mujer', de los modelos de ayer y hoy

Camisetas feministas en el Zara, Javier Marías soltando "soy feminista de siempre", reportajes biempensantes sobre El año de las mujeres en el informativo de La Primera… Como diría mi abuela, tanta amabilidad me confunde. Discúlpenme la suspicacia. ¿De qué serviría que el gerifalte de turno se tangue y diga "todas y todos", si después me mete monedas por el escote? O, ¿de qué me valdría darles la chapa de boquilla y luego aojar a la guapa que sonríe a aquel galán? Es una alegría que la situación actual de las mujeres forme parte central del debate público. Me alegran hasta los rabotazos de quienes se ofuscan o gorjean ufanos contra las feministas sin haber visto -y ni mucho menos escuchado- a una en su vida. (Más que a que nos desmadremos, le temen a que nos despadremos). Me divierte incluso -visto desde lejos, de cerca cansa- el carajal (o chochal) que a menudo montan en las redes quienes opinan de esto como de todo, al retortero, por espasmos, embistiendo. Me interesa especialmente el "tumulto interior de la mujer que se rebela" (Adrienne Rich), el revuelo que se produce dentro de la que se hace a sí misma ciertas preguntas, sea cual sea su respuesta. La liberación de la mujer -decía, qué arte, Isabel Escudero- empieza precisamente por ahí: por liberarnos las mujeres de La Mujer, de los modelos de mujer de ayer y hoy plagados de imposturas. No es tan fácil mudar de piel ni cuestionar en el día a día las pesadas estructuras. Así que nada lamentaría más que ver esta lucha absorbida por el poder económico y político, desvitalizada, falsificada, reducida a tendencia. No nos lo podemos permitir. Nos va la libertad y la vida en ello.

No sé si llamar huelga a secas a lo que haré el 8 de marzo. Que sea además una jornada de reflexión. Por nosotras. Por las que pueden y las que no pueden -cobran mucho menos que los hombres-, o no quieren, o pasan. Por las que distinguen poder de poderío. Por las que llevaron un hijo dentro y por las que no. Por las que no se creen los anuncios de compresas. Por todas nuestras muertas. Que sea, ante todo, un profundo homenaje: va por vosotras, las predecesoras. No me refiero ya a las antiguas activistas y pensadoras. Me refiero a mis abuelas, a mis maestras y a la madre que me parió. Y a las de cada una. Mujeres de su tiempo, a su modo hicieron cuanto pudieron para que llegara el nuestro. Vuestras niñas de ayer somos mujeres de hoy. Nosotras con vosotras: aquí estamos. Allá vamos.

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